“Mientras los hombres no aceptan el perdón de Dios, son destinados a su propia destrucción por su propio juicio”
El perdón, constituye un acto de amor, y como tal es ilimitado. El Señor Jesús, respondiendo a Pedro, usó una imagen del lenguaje para explicar que se debe perdonar tantas veces como fuera necesario (setenta veces, siete, que representa un número sin límites).
El pecado es como una enfermedad de la cual buscamos librarnos cuantas veces nos sobrevenga. Lo mismo sucede con los resentimientos no rechazados del corazón: necesitan ser extinguidos cada vez que encuentren hospedaje.
¿Cuántas veces el Señor Jesús habrá perdonado a Judas? Cuántas veces Él lo habría visto robando dinero de la bolsa de ofrendas? ¿Cuántas veces Judas se sentó a su lado con el corazón lleno de malas intenciones?
Sin embargo, Judas, nunca aceptó el perdón del Señor y, por esa causa, él se autodestruyó. Igual es el perdón de Dios extendido continuamente hacia la humanidad: ¡mientras los hombres no lo acepten son destinados a su propia destrucción, por su propio juicio
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