Dios le prometió al pueblo que entrarían a la tierra prometida con la ayuda de Moisés, y que allá encontrarían leche y miel (Éxodo 3:8 y 33:3). Al llegar cerca de Canaán, Moisés designó a diez hombres para observar la tierra, para ver cómo era y para que se lo contaran a él y al resto del pueblo. Pero ellos no lograron ver solo las cosas buenas, sino las características malas del lugar.
Sin embargo, estaban en la tierra que Dios les había prometido. Entonces, ¿qué sucedió? ¿Acaso Dios promete cosas malas? No, pero estaban dominados por la incredulidad y dudaron de las promesas de Dios.
Cuando aquellos hombres volvieron de Canaán, contaron que vieron gigantes y que las ciudades eran grandes y fortificadas. En fin, ellos le dieron más énfasis a la dificultad de entrar en la tierra que a la capacidad que tenía el pueblo de conquistarla (Números 13:28).
¿En qué cree usted?
Cuando usted tiene algo para conquistar, ¿coloca su fe en práctica o se atemoriza ante la primera dificultad que enfrenta? El miedo paraliza a las personas e impide que practiquen la fe en su totalidad.
Si usted comienza a valorar la dificultad, también comienza a vivir del aquí y ahora y no logra soñar, buscar; sin hablar de que limita la fe hasta que desaparece. Y así nacen los que ya no tienen más esperanza en nada, no creen más en nadie y hacen de su propia capacidad humana, el camino para su éxito.
Aquel que no tiene fe termina influenciando también a quienes están a su alrededor, o sea, en lugar de creer más y aumentar su capacidad de fe, terminan estancados porque no ven en aquel que debería dar testimonio una actitud de confianza (Números 13:32).
Los incrédulos también terminan indignándose contra aquellos que creen, tal como hicieron con Josué y Caleb (Números 14:10). Ellos piensan que aquellos que tuvieron fe, en realidad, mintieron y que embaucaron al pueblo.
Consecuencias de la falta de fe
A pesar de vivir el enojo de un pueblo incrédulo, Josué y Caleb también pudieron vivir la experiencia de ser defendidos por Dios, ya que aquellos que no creyeron en la promesa de Dios no entraron en Canaán ni pudieron disfrutar de lo que Él había reservado (Números 14:20-23).
Y usted ¿qué ha vivido? ¿La experiencia de obedecer a Dios y conquistar lo que Él prometió, o la de detenerse ante el primer obstáculo? ¿Ha permanecido firme en la fe, o le ha prestado atención a los que no creen? Esté atento, coloque su fe en práctica y no deje que la incredulidad le impida que las promesas de Dios sucedan en su vida.