Frente a los obstáculos, muchos desisten; algunos, en la primera oportunidad. Sin embargo, otros, siempre parecen mantener el ímpetu. Aunque el tiempo pase y surjan las dificultades, “pareciendo” imponer la idea de que no existe salida, ellos continúan como si hubiera algo invisible impulsándolos.
Cada vez que caen, escuchan de bocas ajenas que no deben continuar; que se trata de una lucha inútil y sin recompensas. Aún así, por más que el tiempo pase, ellos son perseverantes y mantienen vivos sus sueños.
João (foto) es uno de esos casos. Cuando era niño, le gustaba mucho ir a la escuela. Era una pequeña habitación de paja y barro, con una mesa y sin un pizarrón siquiera, para que el profesor pudiera escribir; estaba en el pueblo de “Cai na Lama”, en el distrito de Barão de Grajaú, sobre las márgenes del río de Parnaíba, en el estado de Maranhão.
Desde pequeño, ayudó en el campo de la familia, pero, a pesar del esfuerzo, casi no tenía tiempo para estudiar. Cuenta que en cierta ocasión, siendo aun un nene, fue hasta la ciudad a comprar herramientas para trabajar y vio un rollo de papel, de los grandes.
La primera pregunta que le surgió fue si era posible escribir allí. “Esperé perder la vergüenza para hablar con el hombre y le pedí comprarlo. Él dijo: ‘¿Esto quieres? Esto no necesitas comprarlo. Yo te lo doy.’ Y entonces escribí en letra muy pequeña sólo cuando precisaba, sólo cuando era para practicar, para que no se me acabara el papel.”
A pesar de tanto querer estudiar, siempre que conversaba con el padre sobre el tema recuerda una frase suya con respecto al estudio: “lapicera no da dinero”. João fue creciendo y enseguida tuvo que cambiar el blanco y ayudar en su casa, trabajando duro.
Por ese motivo, evaluó que solo porque no podía estudiar, él lo quería mucho más y el sueño permanecía guardado en su mente como algo que lo empujaba constantemente. “Entonces, cuanto más surge la dificultad, ahí es que tenemos que perseverar, porque nada viene fácil.”
Con los años, las callosas manos de João quedaron, poco a poco, menos familiarizadas con la lapicera. Él se casó, tuvo hijos (diez en total) y nunca más volvió a la escuela.
Las adversidades de la vida terminaron apartando a João del sueño de estudiar. Él terminó perdiendo una hija y se separó de su mujer. Con esos problemas, decidió cambiar de ciudad. De Maranhão, fue a vivir a Diadema, en Grande São Paulo.
Se jubiló por invalidez. Sólo después de todas esas dificultades, João decidió rescatar su sueño: estudiar. “Cuando vi que no podía trabajar más decidí seguir el sueño de cuando era un nene. Parece que sólo porque no podía es que quería.”
Entonces, finalmente, la vida le dio a João la chance de estudiar. Jubilado y con acceso a una escuela en su región, se sentó por primera vez en una verdadero escritorio escolar en 2010.
João dice que de la pequeña habitación de “Cai na Lama” a la casona donde vive actualmente, cambiaron muchas cosas en su vida de estudiante. “Yo uso la computadora todo el día. Miro todo ahí. Hago mis trabajos de la escuela. ¡Y qué cantidad de libros tiene!¿No? Me gusta mucho comprar, pero también me regalan libros.”
A los 81 años, João Batista Rocha está matriculado en el segundo año de enseñanza media. Egresará en diciembre del próximo año. Él espera, con los estudios, “saber más de la vida”.
¿Qué es lo más significativo en la historia de João? Él pasó muchas adversidades en la vida. No se dejó abatir. Los años pasaron y el sueño que tenía, aun estaba vivo. Muchas veces, las dificultades son la señal de que vale la pena luchar contra ellas. Y, casi siempre, cuanto más difícil es el camino, mayor la recompensa.
¡Piense en eso!
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