Descubrí el Proyecto T-Amar por medio de una amiga, que es obrera en Río de Janeiro, donde resido. Tengo mucha tristeza, pues soy madre soltera y no logro encuadrarme en ninguna denominación, pues cuando preguntan mi estado civil y respondo que nunca me casé ni conviví con el padre de mi hija, la forma de tratarme cambia por completo. Las hermanas, “tan solícitas”, comienzan a mirarnos de costado a mí y a mi hija. En fin, veo que las iglesias reciben mejor en su medio a quien mató, robó o tiene vicios, pero que la madre soltera ¡no tiene perdón! Muchas veces concurrí a cultos, y el pastor, cuando yo llegaba, decía: “Hermanas, ¡cuidado con Penina!” Y las hermanas me miraban. ¡Soy madre soltera! ¡Sí! No elegí serlo, fui abandonada, tengo carácter y moral. Sin embargo, siento que me estoy quedando sin fuerzas. ¡Necesito revivir! Amiga Flávia.
Querida Flávia:
La palabra perdón sugiere la idea de una pérdida muy grande; algo que necesitamos abandonar para reencontrar la paz y la alegría que la tristeza suplantó, lanzando nuestra alma en una prisión sombría, donde todo lo que hacemos es gemir, recordar quiénes éramos antes de ser heridos y lamentarnos al notar en lo que nos convertimos. Y, generalmente, ese dolor, reforzado por sentimientos de pérdida, injusticia, rechazo y venganza, envenena aun más la mente y las emociones, impidiéndonos ver con claridad la situación y buscar un nuevo rumbo para nuestra vida.
En otras palabras, perdonar es salir del daño. Es terminar con una deuda que alguien tenía con nosotros. Como dijo Pablo, es rasgar la factura donde estaba escrito el valor de la deuda de la persona hacia nosotros o la nuestra para con ella. Es asumir lo que el daño nos provocó.
Fue eso lo que Dios hizo. Él pagó nuestra deuda con la sangre de Su propio hijo, que fue sacrificado en nuestro lugar, para cumplir nuestra pena, enmendar a quien ofendimos, expiar nuestra culpa y garantizarnos una nueva vida y nuevas relaciones con base en el amor y perdón mutuo.
Cuando aceptamos a Jesús como el Único Salvador y Señor de nuestras vidas, Dios mira hacia nosotros, ve la sangre de Jesús, ve al Cordero sin mancha sobre nuestra vida; la sangre que nos purifica de todo pecado. Dios elimina nuestro pasado y nos hace una nueva criatura. Él tiene esa capacidad. Nosotros, muchas veces, nos quejamos de lo que fuimos y de lo que hicimos, pero Él no. El Señor nos dice: “Mi hija, ¿usted está dejando de ser feliz por eso? Yo Me olvidé; no Me acuerdo más. Jesús ya llevó eso sobre Él en la cruz del calvario. No quiero recordarlo más.”
“No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a memoria las cosas antiguas…Yo, Yo soy el que borro tus rebeliones por amor de Mí mismo, y no Me acordaré de tus pecados.“ (Isaías 43: 8, 25).
Nadie tiene derecho a juzgar, a condenar o a hacer acepción de personas. El Señor Jesús fue muy claro cuando fueron a tirarle la piedra a la ex-prostituta, y dijo: “Quien no tiene pecado que tire la primera piedra.” ¿No fue así? Que quede bien claro, que no estoy llamándola “prostituta”, solo estoy citando lo que el Señor Jesús dejó como ejemplo para los hipócritas, que son aquellos que juzgan, condenan, apuntan con el dedo, que son prejuiciosos y les gusta tirar piedras.
(*) Pregunta respondida por Rita Reis, coordinadora general del Proyecto T-Amar.
FESTEJA EL “DÍA DEL NIÑO” JUNTO A SUS MAMIS
Pasaremos una tarde muy divertida entre mamis y niños.
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El Proyecto T-amar te ayuda a reescribir la historia de tu vida.