La Historia comenzó a contarse y la mente humana capturó al hombre en un laberinto entre el futuro, el pasado y el presente, donde sus muros están compuestos por sueños y memorias, recuerdos y objetivos. El camino es largo y arduo, y por cada trampa superada se levanta un nuevo muro. Muchas veces, parece imposible diferenciar lo que ya pasó y concentrarse en lo que está por venir.
Construida por todos los acontecimientos de la vida, los más y los menos significativos, la memoria es el peor de los leones que se levantará ( y se postrará) en el camino del hombre. No es por ser o no ser precisa, no es por ser o no ser frágil, sino por tener la capacidad de usar los sufrimientos pasados para construir barreras presentes.
Frecuentemente nos vemos utilizando las malas experiencias vividas para evaluar situaciones actuales e intentar “adivinar” el futuro. ¿Qué mujer traicionada por su compañero no desconfió del “trabajo hasta más tarde” en el cual él quedó atrapado, aun siendo un ejemplo de compañero?
Entonces, estamos presos adentro del laberinto. Después, al comenzar la jornada, estamos obligados a atravesar un trecho de espinas, donde, sin duda, nos lastimamos. Algunos atraviesan ese martirio con muchísimo cuidado, tratando de lastimarse lo menos posible hasta llegar al otro lado. Otros simplemente se lanzan camino adentro, con la esperanza de que después llegue un trecho bueno y las espinas dejen de hacer grandes heridas.
Las espinas se extienden en un largo trayecto y, casi siempre, es imposible ver del otro lado. Las heridas están abiertas, arden, queman. La simple brisa que vence las ramas parece cortar más aun las heridas, que se extienden por todo el ser. Algunos caen, otros siguen. El fin de los espinas llega.
Y es en ese momento, que el próximo paso es el más importante.
Cuando las espinas terminan, aun estamos adentro del laberinto. La memoria, naturalmente, al tener más datos almacenados, construye delante suyo otro túnel de espinas. Las llagas no se han cicatrizado aun y, a pocos metros de los ojos, los antiguos enemigos se levantan nuevamente.
De el próximo paso
La memoria puede mostrarle a sus peores enemigos, pero no es capaz de resucitarlos y ponerlos delante suyo. Cuando vemos por segunda vez el laberinto en nuestro camino, solo estamos viendo un espejismo formado por el miedo a ser herido nuevamente. Nunca son las mismas espinas.
El temor de dar el próximo paso nos hace permanecer presos a lo que ya pasó, muchas veces, reviviendo el mismo dolor; casi siempre, innecesariamente.
Hace mucho tiempo, Pedro, ya conocía los peligros que pueden traer nuestros recuerdos. En su epístola a los Filipenses (3:13-15), garantizó: “pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante,prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos; y si otra cosa sentís, esto también os lo revelará Dios.”
Lo más importante es dar el próximo paso. Mire a su alrededor: quien se detuvo para sufrir por el mismo dolor quedó preso al tiempo, quien siguió hacia adelante obtuvo la victoria. No es posible construir un futuro sin desapegarse al pasado. Guarde solo lo que fue bueno, lo que lo fortaleció.
En el camino, surgirán otras trampas, pero, hasta que alcance el premio, el próximo paso siempre es el más importante.
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