Frente de la Universal en Estocolmo.
¿Quién no desearía vivir en un país con un excelente Producto Bruto Interno (PBI), alta expectativa de vida, estabilidad política, baja tasa de desempleo y libertades civiles? Cualquier persona, ¿no es cierto?
Suecia continua siendo uno de esos países soñados, ya que ocupa el séptimo lugar – entre todas las naciones del mundo – en el índice que mide la calidad de vida de una determinada población. Esa es una posición privilegiada, teniendo en cuenta que Chile, por ejemplo, ocupar el lugar número 40; Argentina, la posición número 45 y Uruguay la número 51. Sin embargo, los conflictos en Estocolmo (capital sueca), que comenzaron a mediados del mes de mayo de este año, revelaron insatisfacciones que van más allá de la muerte de un hombre de 69 años que, según las autoridades, habría amenazado a agentes de policía con una cuchilla. Ellos reflejan el crecimiento de la desigualdad, principalmente entre los inmigrantes. Los conflictos dieron como resultado autos incendiados, escuelas y lugares destruidos y, principalmente, dañaron la imagen de país perfecto frente a la comunidad internacional.
El pastor Daniel clamando a Dios por los participantes, en Estocolmo.
Tal situación, expuesta al mundo hace poco tiempo, no es novedad para el pastor norte-americano Daniel Guerrero, de 32 años, responsable del trabajo de la Universal en Suecia, quien conoce a fondo los conflictos internos de la población. “La depresión y el suicidio son los mayores problemas. Por ese motivo, hemos hecho movimientos para alcanzar a los que sufren con esos males. Hacemos reuniones y charlas sobre el tema. Mediante ese trabajo, cuando ellos llegan a la Iglesia, también mostramos el poder de Dios por medio de testimonios”, explica el pastor.
La depresión en Suecia es tan común que el Gobierno instaló en 30 puntos de ómnibus lámparas anti depresión, con el objetivo de mejorar el humor de las personas.
En el país, ya hace 5 años, la Universal usa otro método mucho más eficiente para combatir ese mal moderno: la trasmisión de la luz divina. Actualmente, quien vive en Suecia, puede contar con el apoyo de los voluntarios en una iglesia de Estocolmo, o con las oraciones que se realizan en un núcleo en Uppsala, a 70 kilómetros de la capital.
Debajo de la nieve, los evangelistas salen a las calles para anunciar la Salvación.
Aunque las estadísticas muestran que ese es uno de los países que tiene más ateos – 85% de la población- , el deseo de dar lo que un día recibió hace que el pastor Daniel enfrente todas las dificultades – que van desde el aprendizaje del idioma y la descreencia de las personas hasta la adaptación al clima. Para tener una idea, en invierno, anochece a las 2 de la tarde y el sol recién aparece a las 7 de la mañana.
“La gran ventaja es que casi todos los suecos hablan inglés, ya que aprenden en la escuela. Entonces comenzamos haciendo cultos en inglés y en portugués. Respecto a la temperatura, me ha costado mucho adaptarme. El invierno pasado llegó a 25 grados bajo cero. Tuvimos nieve y oscuridad todo el tiempo”, destaca.
Conquista
La Palabra de Dios, predicada en más de un idioma, hace que tanto suecos como inmigrantes (quienes componen buena parte de la población) tengan la oportunidad de que su vida sea transformada. “Después de mucha oración, conquistamos un programa en un canal comunitario. Gracias a Dios hemos recibido a varias personas, entre ellos suecos, brasileños, angoleños, mozambiqueños, portugueses y de otras partes de América Latina y de África”, afirma el pastor.
Personas como los brasileños Roberta Wanderley y Romero Nogueira (foto), que viven aquí hace muchos años y estaban por separarse, cambiaron de idea al llegar a la Universal de Suecia. “Teníamos muchos problemas en el matrimonio. Los celos eran obsesivos, especialmente de mi parte. Llegamos a la agresión física. Así fue que comenzamos a frecuentar las reuniones hace un año y medio, todo cambió en nuestra vida, y cada vez nos sentimos más motivados a servir a Dios”, cuenta Roberta, feliz por la unión armoniosa que vive junto a su esposo.
La Fuerza Joven también hace su parte. Reuniones animadas con canciones, la presentación de piezas de teatro y palabras de motivación, hacen que la tristeza no tenga lugar en la vida de los participantes del grupo.
La Fuerza Joven se une para concientizar a los jóvenes de que vale la pena vivir por la fe.
A pesar de que Suecia sea un país pequeño, de aproximadamente 10 millones de habitantes, el trabajo para la prédica del Evangelio es arduo y necesita personas comprometidas con esta Obra, que no van a mirar hacia nada y a nadie, solo al objetivo de ganar almas, que como el pastor Daniel expresó, vale la pena:
“Es una honra servir a Dios en cualquier circunstancia, aun más sabiendo que Dios cuenta con nosotros para superar todas ellas. Nosotros tenemos a los discípulos del pasado y al obispo Macedo como grandes ejemplos de personas que enfrentaron todo tipo de lucha y vencieron. Es con sacrificio, pero es una gran honra, ya que servimos en una Obra en la cual, nuestro patrón, que es Dios, es también nuestro Padre.”