Perplejidad. Esa es la sensación que tiene la mayoría de nosotros al encontrarse con hechos como la muerte de cinco personas de una misma familia, como sucedió a comienzos de agosto en la zona norte de San Pablo, Brasil y en enero, en México. Además de las muertes, lo impactante es que los crímenes los hayan concretado un adolescente, Marcelo Eduardo Bovo Pesseghini, de apenas 13 años, en el primer caso y en el segundo caso, Nehemiah Griego, un adolescente de 15 años.
¿Cómo puede llegar a suceder eso? ¿El mundo está enloqueciéndose? ¿Acaso el ser humano ya no tiene amor en su interior? Son preguntas que, con seguridad, rondaron la mente de todos lo que han seguido estos casos.
Abordado por la prensa sobre este tema, el psiquiatra Daniel de Barros, jefe del núcleo forense del Instituto de Psiquiatría del Hospital de Clínicas de San Pablo, aclaró que se necesita cautela antes de establecer al culpable, ya que son muy raras las situaciones donde los niños matan a los padres (parricidios), donde el criminal se suicide (como sucedió en el caso brasileño). Además, crímenes así suelen tener un historial de conflictos o violencia familiar o incluso un interés económico, pero no es este el caso. Los casos aun más raros – alerta el especialista – son los casos de familicidio (asesinato de familias), que en general los practica el jefe de la familia, no los hijos.
El lado oscuro
Casos como ese y tantos otros que han golpeado a la sociedad alrededor de todo el mundo son objeto de estudio del profesor de psiquiatría y criminología en la Universidad de Pensilvania (Estados Unidos), Adrian Raine, quien recientemente lanzó el libro “The Anatomy of Violence” (“La Anatomía de la Violencia”). Él trabaja con la neuro criminología, una nueva área que aplica técnicas de neurociencia para intentar comprender las causas de un crimen. Sin embargo, aun con todo el avance tecno científico, Raine admite que factores como pobreza, prejuicios, malos tratos paternos y malas condiciones de vivienda y educación pueden influir en la persona a tener un comportamiento agresivo, inclusive afectando su desarrollo cerebral.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) clasifica a la sociopatía como enfermedad o deficiencia caracterizada por el desprecio de las obligaciones sociales y la falta de consideración de los sentimientos hacia los demás. Generalmente, son personas egocéntricas con falta de empatía con los demás seres humanos y los sentimientos de remordimiento y de culpa en relación a su comportamiento están ausentes. Generalmente mienten, roban, abusan, estafan, manipulan dolosamente a sus familiares y parientes, ponen en riesgo la vida de otras personas y, decididamente, nunca son capaces de corregirse individualmente.
Ese conjunto de características hace que los sociópatas sean incapaces de aprender con el castigo o incapaces de cambiar sus actitudes. Las estadísticas señalan que cerca de 3% de la población y del 20% de los criminales son sociópatas. Esas personas son tan convincentes en el arte de manipular, que, aunque se conviva durante años con ellos, es casi imposible imaginar su lado oscuro, malo y perverso.
Voces en la cabeza
Independientemente de las explicaciones racionales que podamos encontrar, es humanamente imposible aceptar que alguien pueda matar a otra persona por motivos banales o inclusive, sin motivo alguno. También es inevitable dejar de pensar en la profecía bíblica que dice que, como señal del final de los tiempos, veríamos padres contra hijos, hija contra madre, suegra contra nuera (lea Lucas 12:53), en fin, familias auto destruyéndose. Pero, ¿por qué sucede eso?
El periódico británico Daily News comparó la reciente matanza brasileña con la ocurrida en Amityville, Nova York, en noviembre de 1974, cuando Ronald DeFeo Jr., de 24 años, mató a los padres y a sus cuatro hermanos mientras todos dormían. El caso norteamericano se convirtió en un libro y llegó a las pantallas de cine bajo el título de “Terror en Amityville”. En el juicio, Ronald alegó insania mental, diciendo que habían “voces en su cabeza” que le ordenaron que matara a los familiares. La fiscalía cuestionó la tesis de la defensa, diciendo que, aunque Ronald fuera consumidor de heroína y LSD y tuviera un trastorno de personalidad antisocial, estaba consciente de sus acciones en el momento del crimen. Por eso, fue condenado a 150 años de prisión.
Más común de lo que se imagina
La explicación dada por el asesino de Amityville puede parecer absurda o incluso una maniobra de abogados para intentar minimizar la culpa del reo. Sin embargo, los casos de personas que adoptan comportamientos anormales o cometen actos violentos y afirman haber sido “orientadas” por voces, incluso por sombras extrañas, son más comunes de lo que pueda imaginar.
Experimentos científicos realizados en 1907, por el médico norte americano Duncan MacDougall, de Massachusets, y publicados en el renombrado periódico The New York Times, probaron que cuando el hombre muere, pierde lo equivalente a 21 gramos, atribuidos a la existencia del alma. El ser humano está compuesto por el cuerpo físico, el alma y el espíritu. Y, lo crea usted o no, existe la recomendación bíblica de que las personas combatan al ejército espiritual de la maldad (lea Efesios 6:12), lo mismo que incitó a Ronald DeFeo Jr. a matar a sus familiares y a tantas otras personas alrededor del mundo. Ese ejército invisible, pero no por eso irreal, tiene como objetivo robar, matar y destruir la vida de los seres humanos (lea Juan 10:10), por medio de la creciente violencia.
¿Es posible contener la maldad?
“La única forma de vencer el mal es por la fe. Y la fe viene de oír y comprender la palabra de Dios”, afirma el obispo Guaracy Santos, especialista en fenómenos paranormales. Él explica que los espíritus del mal suelen actuar y dominar la mente de las personas: “Toda persona que está en las manos de estos espíritus primero es víctima y después se transforma en un instrumento de ellos, ya que además de sufrir, termina siendo usada para hacer sufrir.”
El obispo destaca también que, cuando la persona se concientiza del problema y toma la decisión de liberarse, enfrenta una verdadera batalla, pero no es física, sino espiritual.
Jesús dijo que quien guardara Su Palabra nunca vería la muerte (lea Juan 8:51). Esa es la mejor arma para combatir el mal: la Palabra de Dios. Ella está al alcance de cualquier persona que tenga fe, independientemente de la religión.
Si usted pudo reconocer que algunos de los problemas mencionados están afectándolo o alguien cercano a usted necesita ayuda, tome la decisión hoy para terminar con el sufrimiento que lo persigue. Acérquese este viernes a las 8, 10, 12, 16 y 20 hs. en Av. Corrientes 4070, Almagro, o a la Universal más próxima a su domicilio. Haga clic aquí y vea todas las direcciones de Argentina y el mundo.