El pasado martes 27, el obispo Djalma visitó la Universal de Berazategui, donde realizó una concentración de fe y milagros, de la que participaron más de 1300 personas.
La reunión comenzó a las 15, y la expectativa era tal, que el salón se encontraba repleto desde las 14:30. Después de la oración donde el obispo determinó la sanidad de quienes se encontraban enfermos, muchos se acercaron al altar a dar testimonio de la cura divina que habían recibido en el momento.
A continuación, el obispo explicó: “¿Usted cree que Dios es grande? Yo no necesito decir que Dios es grande y poderoso, basta mirar los cielos, la Tierra, el mar o el universo para darse cuenta de que Dios es grande y poderoso. Dios hizo al hombre un poco menor que Él, ‘Le has hecho poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de honra. Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies’, (Salmos 8:5, 6). Las manos de Dios crearon todas las cosas, y Dios hizo al hombre para que estuviera por encima de todas esas cosas, por eso le dio autoridad en el mundo.
Sin embargo, en una oportunidad, el diablo se le apareció a Jesús, diciéndole: ‘Y le dijo el diablo: A ti te dare? toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y a quien quiero la doy.’, (Lucas 4:6). ¿Quién le dio la potestad al diablo? Adán, cuando desobedeció la Palabra de Dios.
Usted puede cambiar su vida a partir de hoy, rescatando la autoridad que perdió o que nunca tuvo. ¿Cómo? Si usted logra entregarse a Jesús y vive en total obediencia a Su Palabra, tendrá esa autoridad, con la que podrá abrir puertas, echar al diablo de su vida, sanar enfermos, bendecir a los demás, hacer cosas sin límites.
¿Qué mal podrá contra usted, teniendo esa autoridad? Ninguno, porque usted tendrá esta autoridad en su vida.
¿Quiénes pueden acceder a esa autoridad? Todos los que estén dispuestos a entregarse y a obedecer cien por ciento la Palabra de Dios. Usted no necesita sanidad, prosperidad o una bendición familiar, lo que le hace falta es entregarse a Jesús, para obtener esta autoridad”.
Así, el obispo invitó a los que deseaban entregarse a Dios a acercarse al altar, para que pudieran hacerlo y así poseer esa autoridad de la que él habló.
Después de la oración, finalizó la reunión, y muchos regresaron a su casa con la certeza de haber empezado una nueva etapa en sus vidas, marcada por la obediencia a la Palabra de Dios.
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