Cuando llegué a la Iglesia Universal muchas cosas me llamaron la atención.
Una de ellas fue cuando usted dijo que “no todos son hijos de Dios”.
En ese momento para mí fue un shock.
Y hoy, pasados 26 años, me doy cuenta de que muchos aun piensan que todos son hijos de Dios.
En mi caso, antes de llegar a la iglesia era bancario.
Literalmente, era el primero en llegar y el último en salir.
Para mí no existía mal tiempo, estaba siempre dispuesto a hacer lo mejor y a servir a todos, a los grandes y a los pequeños.
Incluso endemoniado, quería presentar un servicio de calidad.
Quizás debido a esa disposición, en 4 años tuve dos ascensos y ya estaba por tener el tercero cuando pedí mi liquidación.
Pero, ¿de qué hubiera servido toda esa tarea si hubiera tenido un mal carácter?
¡¡¡Yo era LADRÓN!!!
Hoy, lamentablemente, vemos a muchos que dicen que son hijos de Dios, y sin embargo manifiestan un comportamiento totalmente opuesto al carácter de Dios.
Roban, mienten, engañan, en el trabajo hacen lo peor, llegan tarde, y todavía reclaman por la vida sin calidad que están teniendo.
Dicen que “son de Dios” pero muestran otra cosa.
En realidad, cuando alguien es Hijo de Dios, es imposible que no dé testimonio.
Es normal presentar buenas obras y ganarse a los demás, aunque sea sin palabras.
Inclusive, fue así como Lucelaine me trajo hacia Jesús.
El verdadero Hijo de Dios muestra buenas obras.
Jesús les respondió: “Muchas buenas obras os he mostrado de Mi Padre…”
Nuestra obligación como Hijos de Dios es hacer que a través de nuestras buenas obras (en el trabajo, en la escuela, en casa y donde estemos) nuestra luz brille y por medio de la misma podamos abrir los ojos de los que piensan que todos son hijos de Dios.
“Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.” Mateo 5:16
Dios los bendiga a usted y a la señora Ester.
Obispo Djalma