Más de 3 mil jóvenes ecuatorianos ocuparon las calles en las principales ciudades de diferentes puntos del país, con la caminata “Ecuador, te queremos sin drogas”, una iniciativa de la fuerza Joven Universal (FJU) local.
Muchos estaban disfrazados y actuaban como zombis, representando metafóricamente cómo se pudre en vida el joven adicto y lo que causa en él, llegando a destruirlo física, emocional, social y espiritualmente. Pasos descontrolados, ropa rasgada y el rostro artificialmente cortado y ensangrentado así se presentaron para alertar sobre los muertos-vivos que fabrican las drogas.
Los científicos comprobaron que la droga destruye la vitalidad del cuerpo, disminuyendo las defensas contra enfermedades y provocando el envejecimiento prematuro. Psicológica y socialmente, el adicto se comporta de una manera sádica, sin importarle el sufrimiento ajeno, lo cual lleva fácilmente a la delincuencia. En Ecuador existen historias de jóvenes drogados que violaron a sus propias madres y niños cercanos, convirtiendo el ambiente familiar en un verdadero infierno en vida.
Los jóvenes de la FJU y sus zombis ocuparon pacífica y organizadamente las calles ecuatorianas. En Quito, la capital, participaron 400 jóvenes, el mismo número que en Guayaquil. En Esmeraldas concurrieron 800, 110 en Babahoyo, 200 en Manta, 230 en Manchala y 250 en Cuenca, sin contar las ciudades del interior. Alumnos de varias escuelas que circunstancialmente se encontraron con la caminata, se unieron al evento y también pedían por las calles, un Ecuador libre de drogas.
El GF Teen, también marcó su presencia en la caminata nacional. Los pre adolescentes reafirmaron su compromiso de seguir en el camino del Señor, ayudar a sus semejantes y tomar decisiones de acuerdo a los preceptos del Señor Jesús. Todos unidos y aliados a la dosis definitivamente más fuerte: Dios.
“Alguien creyó en mí”
Desde pequeño, la vida de este joven de Guayaquil, estuvo llena de problemas y carencias extremas. Los padres de William García (foto) se separaron cuando nació. Todos los días de su infancia vio a su madre agotada debido al duro trabajo que tenía para mantenerlos “Pasamos hambre, y también otras necesidades.”
El padre de William falleció cuando él tenía 13 años. Lo que ya era difícil, empeoró. Cuando comenzó la enseñanza media, tomó un rumbo nada saludable. “Comencé a estar en pandillas, usaba armas y pintaba las paredes. A los 15, me involucré con prostitutas, fumaba y bebía. No tenía limites.”
Mientras tanto, su madre siempre oraba por su hijo. “Ella participaba en la Universal, pero yo nunca quería acompañarla.” Estuvo a punto de morir cuatro veces. La quinta vez fue la peor: se vio cara a cara con la muerte. Una pandilla armada, lo cercó y lo amenazó de muerte. En ese momento, William le pidió a Dios que lo salvara. Libre del peligro, comenzó a entender que, a pesar de sus fallas, tenía una nueva oportunidad. Se dio cuenta de que sin Dios, no sería nada. No sería nadie. Comenzó a ir a la iglesia que su madre frecuentaba. En las reuniones FJU, sintió que su vida cambiaba día tras día. Se sintió una nueva persona, libre de los vicios, de la prostitución, de la rebeldía que le traía una falsa sensación de libertad, que en realidad lo atrapaba cada día más. “Obtuve la paz que tanto soñé.”
La imagen que tiene de sí mismo es mucho mejor que la de un delincuente a punto de morir. A los 24 años, trabaja en el puerto local y estudia administración y transporte marítimo. “Soy un joven próspero y, por medio de mi fidelidad a Dios, estoy en la última etapa para obtener mi título de ingeniero. Soy feliz, pues alguien creyó en mí. Y Ese alguien se llama Jesús.”