Él fue uno de los 12 apóstoles que Jesús escogió para acompañarlo en la prédica del Evangelio. Además de eso, al ser escogido, Judas quedó encargado de guardar la bolsa que contenía el dinero usado para los gastos del grupo. Algunas personas pueden preguntarse el motivo por el cual Jesús escogió a alguien con carácter de ladrón y que además Lo traicionaría más adelante.
Desde siempre el Señor conocía las intenciones del corazón de cada apóstol, pero todo lo que sucedió fue para que las Escrituras se cumpliesen (lea Hechos 1:16-17). La mala índole de Judas en el pasado nos muestra algunas situaciones que pueden ayudarnos a que seamos mejores cristianos hoy.
El ladrón
Judas andaba lado a lado con el propio Dios en forma de hombre. Tenía la responsabilidad de ser una especie de tesorero del grupo de Jesús, pero contenía algo que lo ensuciaba: el apego al dinero. Cuando María tomó un perfume valiosísimo y lo derramó sobre los pies de Jesús, Judas se indignó, considerando que ese hecho era un desperdicio: “¿Por qué no fue este perfume vendido por trescientos denarios, y dado a los pobres?” (Juan 12:5)
La reacción de Judas no era una preocupación por los pobres, sino “porque era ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella.” (Juan 12:6)
El traidor
Así como los demás discípulos, Judas fue muy amado por Jesús. Tuvo las mismas oportunidades de crecer espiritualmente, de saber más sobre el Reino de Dios, de recibir el Espíritu de Dios y de ser salvo. Sin embargo, 30 monedas de plata fueron suficientes para que él entregase a su propio Salvador.
Si traemos la actitud de Judas a nuestros días, podemos analizar nuestra vida e identificar posibles monedas de plata que quizás nos estén seduciendo. ¿Quién sabe si no estamos cambiando nuestra salvación por treinta monedas de plata en forma de una amistad que le falta el respeto a nuestra fe? ¿O esas treinta monedas están representadas en una relación que no agrada a Dios? ¿O quizás esas monedas estén enmascaradas en detalles que nos hacen traicionar a nuestro Salvador, entregándolo nuevamente a la muerte todos los días? O incluso, ¿quién sabe si esas treinta monedas no significan palabras torpes, mentiritas, falsedad, soberbia y malos testimonios por donde hemos pasado?
El hombre arrepentido
Todas las personas tienen defectos y cualidades. Algunas dejan sobresalir más las faltas que los aciertos y viceversa. En el caso de Judas, su error vino prácticamente acompañado de un arrepentimiento profundo. Pero, el sentimiento de culpa que comenzó a alimentar después de que vio la consecuencia de su acto, lo llevó a la desesperación. Y una vez más se equivocó. En vez de buscar el perdón de Dios, se suicidó. Una muerte terrible que puede ser relatada de dos formas en la Biblia: en la primera, el libro de Mateo dice que él se ahorcó (Mateo 27:5); en la segunda, el libro de Hechos describe cuán terrible fue la forma en que Judas murió: “Este, pues, con el salario de su iniquidad adquirió un campo, y cayendo de cabeza, se reventó por la mitad, y todas sus entrañas se derramaron.” (Hechos 1:18)
Sea como sea que sucedió la muerte de Judas, los textos explican el precio que pagó por haber traicionado a Jesús. Si Judas hubiese tenido la humildad de pedir perdón, ciertamente habría sido perdonado y se hubiera convertido en un gran hombre usado por Dios, tal como sucedió con Pedro cuando este también traicionó a Jesús al negarlo tres veces. La diferencia es que Pedro, al arrepentirse, buscó la misericordia y el perdón, en cambio Judas se mató.
– ¿Hemos dejado que el Espíritu de Dios entre y reine de hecho en nuestras vidas?
– Aun habiendo estado desde hace tiempo en los pasos de Jesús, ¿podemos decir que Lo conocemos de verdad?
– ¿ Nos hemos dejado seducir por míseras “monedas de plata” y hemos cambiado la confianza, el amor y, sobre todo, la salvación de nuestras almas por estas?
– Cuando nos equivocamos, ¿nos hemos arrepentido de verdad y hemos buscado el perdón de Dios en vez de apartarnos de Él?