“No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu…” (Efesios 5:18)
La falta del Espíritu Santo en la vida de una persona hace que camine sin rumbo y sin dirección, y por eso, se deja guiar por los sentimientos. Entonces, la caída es inevitable. Es cuestión de tiempo para que esté totalmente en ruinas.
Todos los que abandonan la fe estaban completamente embriagados por el vino del diablo: malicia, malos ojos, orgullo, mentiras, contiendas, chismes, resentimientos, iras, rebeldía, malos pensamientos, prostitución, adulterio, codicias, ansiedades, dudas, incredulidad, irreverencia y otras cosas nocivas y contrarias a una vida de santidad, constituyen la bebida del diablo, que han dejado a muchos aturdidos y perdidos.
La pregunta es: ¿Cómo ser lleno del Espíritu Santo sin primeramente vaciarse de las cosas de este mundo, sin quitar la suciedad del corazón? ¿Cómo amar y agradar a Dios y al mundo al mismo tiempo? Es imposible.
Dios no es un Dios de confusión.
El Espíritu Santo necesita encontrar el espacio totalmente limpio para que Él habite. Dios no comparte Su casa con nada ni con nadie.
Quien está embriagado pierde la noción de todo lo que está a su alrededor. No tiene el control de sus actitudes ni de sus palabras. Habla y piensa un montón de tonterías.
Lamentablemente el diablo ha logrado embriagar a muchas personas.
Cuando Daniel fue llevado a Babilonia, en el momento de la cautividad del pueblo de Israel, fue separado juntamente con sus amigos para servir al rey en el palacio. Pero, aunque era joven, no quiso contraminarse con la comida ni con el vino que el rey ofrecía (Daniel 1:8).
Daniel se mantuvo fiel al Dios que él conocía y no Lo cambió por los placeres de Babilonia. Su carácter era excepcional, por eso fue llamado “hombre muy amado”.
A Dios le agradan los rectos y limpios de corazón. Él busca a aquellos que quieren Su Espíritu para arrancar a las almas del infierno y llevarlas a Su Reino. Tome esa decisión ahora mismo: yo voy a ser lleno del Espíritu Santo y voy a llevar muchas almas a los pies de mi Señor Jesús.
¿Aún no sabe cómo?
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