Recuerdo cuando comencé a frecuentar la iglesia, el pastor hablaba del Espíritu Santo, yo prestaba mucha atención, pero dentro de mí, pensaba que eso era algo inalcanzable para mi vida. Yo no lograba entender que el Espíritu Santo estaba al alcance de aquellos que se entregan y sacrifican sus voluntades para agradarlo. Siempre me venía a la mente que yo no era suficientemente “santa” para recibirlo, creía que no lo merecía, entonces, no sabía cómo hacer para alcanzar un nivel espiritual elevado y ser bautizada, siendo que aun no conocía mucho de la Biblia. “¿Cómo voy a recibirlo?, yo no soy tan espiritual como el pastor y los obreros”, decía yo.
Estos pensamientos duraron un tiempo, hasta que aprendí que no es por merecimiento, sino que lo conquistamos por la fe, creyendo, tomando actitudes, cambiando el rumbo de nuestra vida, abandonando el pecado y teniendo la conciencia de que nunca seremos perfectas, pero que, si hacemos nuestra parte, el Espíritu Santo descenderá sobre nuestra vida.
Dios quiere derramar Su espíritu, por eso no permita que las dudas, pensamientos negativos, acusaciones del diablo sobre algo que cometió en el pasado, o cualquier otra cosa, le impida a usted usar la fe para alcanzar la mayor dádiva de Dios: el Espíritu Santo. Vea lo que Dios prometió:
“Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?“ (Lucas 11:13)
Dios prometió y es fiel para cumplir Su promesa, solo crea, ya que si crees verás la gloria de Dios. Él está al alcance de todos aquellos que creen y se lanzan de cuerpo, alma y espíritu. ¿Usted cree?
*Texto extraído del blog de Tania Rubim
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