Todos nosotros ya estuvimos ahí. Si corremos el bicho nos agarra, si nos quedamos el bicho nos come. Todas nuestras opciones son malas. Es cuando golpea ese sentimiento de impotencia y pensamos: “No sé qué hacer.”
Quizás sea un recordatorio divino de que somos solo humanos. Un codazo del cielo invitándonos a mirar hacia arriba. Y fue exactamente eso lo que hizo un hombre llamado Josafat.
El año era aproximadamente 860 a.C. y Josafat era rey de Judá. Este hecho está grabado en la historia. Varias naciones con ejércitos poderosos se unieron contra él. Josafat no tenía salida. Ese bicho no iba solo a agarrarlo y a comerlo, sino a devastar la nación entera. ¿Qué hizo él?
Oh Dios nuestro, juzga a nuestros enemigos, pues no somos suficientes para resistir a este enorme ejército que está avanzando contra nosotros. ¡No sabemos qué hacer pero nuestros ojos están en Ti!
En esta última frase está el secreto para quien se encuentra en apuros. Usted puede leer el resto de la historia y lo que le sucedió a Josafat después de esta humilde confesión a Dios, en su Biblia en el libro de 2 Crónicas 20.
Pero la lección aquí es:
Si no sabe qué hacer, es porque sus ojos no están en Dios. Usted ha mirado hacia el problema, hacia sus condiciones, hacia las palabras negativas, hacia lo que el informe del médico o del abogado dice, hacia la imagen aterradora que su situación le muestra… Pero no ha mirado hacia Dios.
Cuando usted mira hacia Él, ¿qué ve? Físicamente, nada. Pero por los ojos de la fe, ve a Alguien un millón de veces más fuerte que usted y que su problema. Ve luz. Esperanza. Palabra de Alguien que no miente.
Usted reconoce que no tiene fuerzas pero confía en que Él le librará de esa situación. No sabe cómo, pero sabe que Él lo sabe. Entonces cree. Y confía. Y sigue adelante.
Entonces si no sabe qué hacer en su situación, considere hacia dónde está mirando.
Cuando coloque sus ojos en Quien puede, usted también podrá.
Extraído Blog Obispo Renato Cardoso
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