Un hombre, al límite de sus fuerzas, atentó contra su propia vida con un arma de fuego. Al oír el disparo, su vecino entró al departamento y, junto al cuerpo, encontró una carta que decía: “No pude soportar. Pasé toda la noche como un loco por las calles. Fui caminando, no estaba en condiciones de conducir. Perdí mi empleo por una injusticia en mi contra. No pude hacer nada. Ayer llamaron avisando que mi casa del campo se incendió. Estaba amenazado de perder este departamento por no pagar los servicios. Solo me quedó un auto tan arruinado, que no vale nada. Me aparté de todos mis amigos por la vergüenza frente a tan humillante situación. Y ahora, al llegar aquí, no encontré a nadie. ¡Me abandonaron y se llevaron mi mejor ropa! El que me encuentre haga lo que tiene que hacer. Perdón”.
El vecino corrió al teléfono para llamar a la policía. Al tomarlo, vio que había un mensaje en el contestador automático. Era la voz de la mujer del muerto que decía:
– ¡Hola! ¡Soy yo, querido! Llamé a la empresa. El error fue reconocido y te llamarán de nuevo para la próxima semana. El dueño del departamento dijo que tiene una buena propuesta que no podemos perdernos. Estamos en nuestra casita de campo. La historia del incendio, fue una broma telefónica. Esto merece un festejo ¿no te parece? Nuestros amigos están viniendo para acá. Ya puse tu mejor ropa en el baúl de tu auto, ¡ven!…
Nunca pierdas la esperanza, por peor que sean las circunstancias, pues Dios tiene todo bajo control. ¡Un beso!
“Encomienda al Señor tu camino, confía en Él y Él hará.” Salmos 37:5
(*) Texto extraído del blog de Tânia Rubim
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