¿Quién no recuerda la linda canción de la Casita Blanca? Aquí está el estribillo:
Yo quería tener en la vida simplemente
Un lugar de pastos verdes para sembrar y cosechar
Tener una casita blanca con balcón
Un jardín y una ventana para ver el sol nacer
La letra habla de alguien que de tantas desilusiones y amarguras en la vida, de tanta soledad y sueños no realizados, decidió que no quería nada más, a no ser esa casita blanca. La canción es de hacer llorar. Realmente un éxito de la música popular brasileña. Me pregunto si no fue encargada por el gobierno militar del final de la década del 70 para ayudar a entorpecer las ambiciones del pueblo de Brasil. Si no lo fue, contribuyó de todas maneras.
Aun hoy, hay mucha gente que mantiene el espíritu de la casita blanca dentro de sí. Desistió de soñar en grande, optó por la vida “simple”, glorificándola como si fuese un don divino.
Pero, ¿qué es lo que Dios piensa realmente al respecto?
Jesús habló contra el conformismo, la actitud resignada y satisfecha ante la vida:
Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos. Lucas 17:10
Cuando finalizamos un día provechoso en el que hicimos todo lo que teníamos que hacer, sentimos satisfacción. Estamos felices por haber podido terminar todas las tareas. Y con razón. Eso no es pecado. A fin de cuentas, la mayoría de las veces no logramos ni siquiera eso.
Pero Jesús está indicando aquí que no podemos ser del tipo que solo hace lo que le es ordenado o lo que debería hacer. Tenemos que ir más allá. Pensar más alto. Alcanzar cosas mayores. No contentarnos con el título de inútil.
Y yo no estoy hablando aquí de conquistas egoístas, solo para satisfacer nuestro capricho – auto de lujo, yate, avión, mansiones. No tengo nada en contra. Quien conquistó, mereció. Pero hablo de cosas mayores, de avances en la vida que nos beneficiarán no solo a nosotros sino especialmente a otros. Adelantos en todos los sentidos.
Es entonces que usted descubre que el espíritu de la casita blanca no es tan divino. Quien piensa en sentarse en el balcón de una casita blanca para ver nacer el sol está pensando solamente en sí mismo. Eso sí es egoísmo.
Dios no es egoísta. Dios piensa en los demás. Quien es de Dios piensa como Dios.
El problema normalmente es de comparación.
Si nos comparamos con quien está peor que nosotros, o miramos hacia lo que ya conquistamos, sentiremos satisfacción. Pero si miramos hacia adelante, hacia todo lo que todavía hay para ser conquistado, y hacia quien está mucho mejor que nosotros, veremos que todavía no hicimos nada. Hemos sido siervos inútiles. Especialmente nosotros que decimos creer en Dios – un Dios tan grande, infinito, poderoso, que no pone límites a nuestras posibilidades; que nos mandó a hacer cosas mayores que las que el propio Jesús hizo.
Yo veo a Dios como a Alguien que tiene muchísimo para dar y enseñar, pero que no encuentra a quien tenga fe para pedir, humildad para aprender y coraje para conquistar. La mayoría, lamentablemente solo está pensando en su casita blanca. Y peor: ¡Ni la tal casita aun conquistó!
Señor, ¡heme aquí! ¡Yo creo! ¡Yo quiero aprender! ¡Dame coraje para avanzar! ¡Quiero ser un siervo útil!
Extraído Blog Obispo Renato Cardoso
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