El súper tifón Haiyan, con vientos de hasta 315 Km/h, alcanzó a Filipinas a principios de noviembre, dejando más de 5 mil muertos, miles de heridos y casi 2 mil desaparecidos en la región de Bisayas Oriental.
La devastación tuvo tanto alcance que más de 3 millones de personas tuvieron que abandonar sus casas. Algunas lograron alojarse en refugios, sobre todo en las islas de Leyte y Samar.
Desde el desastre, el país ha recibido ayuda internacional, a través del envío de equipos médicos extranjeros que están trabajando en las áreas más afectadas y de los helicópteros norteamericanos que lanzan alimentos, agua y otras provisiones a los sobrevivientes.
La Universal de China también ha colaborado. Voluntarios de Hong Kong y de Macao se movilizaron para recolectar ropa, alimentos no perecederos y remedios, los que fueron entregados a los habitantes de las regiones de Tacloban, Iloílo, Cebú y Leyte, por medio de barcos de carga, el pasado 2 de diciembre.
No es la primera vez que los voluntarios se movilizaron en pro del vasto archipiélago, el cual fue afectado por una gran cantidad de huracanes, terremotos, erupciones volcánicas y otros desastres naturales. Eso se debe a su localización, situada a lo largo del conocido como “Anillo de Fuego del Pacífico”, región oceánica con gran recurrencia de erupciones volcánicas y terremotos.
Aun estando a 2 mil quilómetros de distancia, el pastor responsable de la Universal de China, Pang Wai Lun, decidió movilizarse ante el pedido de los miembros que relataban tener parientes sufriendo las consecuencias del tifón de Filipinas. “Eso es accionar la fe. Todos debemos seguir el ejemplo del buen samaritano, dejado en la Biblia. Además de la ayuda inmediata, toda la iglesia ha orado por el pueblo filipino”, finalizó el pastor.
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