Recientemente, según el periódico israelita Haaretz, una página de internet de cuño judaico de Nueva York, el Jewish Voice NY, publicó un documento hasta entonces secreto, hecho en 2010. Era un informe del Interventor del Estado de Israel, en el cual las autoridades israelitas eran censuradas por no ejercer su poder sobre el Monte del Templo, en Jerusalén, lugar del antiguo Templo de Salomón y de su sucesor, el Templo de Herodes, que los israelitas continúan reivindicando, pero están bajo el control del consejo llamado Waql Islámico (“Waqf” es un término sin una traducción específica, pero traducido libremente como “patrimonio de Alá”, bienes destinados específicamente para propósitos religiosos o caritativos). Es él, financiado por los jordanos, que administra los edificios islámicos en la Jerusalén Oriental.
El Waqf no reconoce autoridades y órganos israelitas, como la policía local o la Autoridad de Antigüedades de Israel, que pretende fiscalizar todo lo que fuera encontrado en el Monte del Templo, alegando que los descubrimientos pertenecen a la historia de la humanidad. Es uno más de los muchos enfoques de una disputa entre dos pueblos, cuyo comienzo se remonta al Antiguo Testamento. Hay rumores de excavaciones hechas en la zona por Waqf sin ninguna fiscalización, lo que habría causado daños tanto a lo que resta de los muros de contención del famoso monte, comprometiendo su integridad, como pérdidas de objetos referentes al primer y segundo templo.
Es solo un capítulo más de un conflicto que parece lejos de terminar. Los israelitas defienden que la zona les pertenece, justamente por su templo más famoso, levantado por Salomón, que ocupa esa zona. Ellos tienen la firme convicción de que un día reconstruirán el edificio sagrado en el lugar original. Mientras tanto, como los musulmanes controlan el área, construyeron en el medio de la propiedad la Cúpula de la Roca, o Mezquita de Omar (la estructura en el centro de la foto, con la famosa cúpula dorada que domina el paisaje del lugar), una estructura que protege la piedra de donde su profeta mayor habría “subido a los cielos”, según su creencia -mientras que los judíos defienden que fue sobre ella que Abraham hizo el sacrificio de su hijo Isaac, por orden de Dios.
Por los argumentos citados y por la aparentemente eterna disputa, ni los árabes renuncian a ocupar el lugar, ni los judíos desisten de luchar por él. Los segundos, incluso, ya fabricaron los artefactos sagrados para el templo a reconstruir.
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