“Harás para la puerta del tabernáculo una cortina de azul, púrpura, carmesí y lino torcido, obra de recamador.” Éxodo 26.36
En la construcción del Tabernáculo, como el libro de Éxodo nos enseñó, Dios le ordenó a Moisés que usara el mejor material a disposición en la época. En el versículo de arriba son descriptos los colores usados en el velo interior de la tienda, lo que había de más noble en tintas de tejidos en aquellos tiempos, colores usados solamente por los más ricos y nobles -incluyendo a los sacerdotes-, no accesibles a la población.
El azul pasó a ser como el “color oficial” de los sacerdotes, usado hasta hoy en los accesorios y vestidos de rabinos -y con el tiempo, más accesibles a los demás judíos de la población-, de los cuales vino la inspiración para los colores de la bandera de Israel.
El púrpura era usado, durante un tiempo, solamente por reyes, limitado para personas de grandes posesiones exactamente por transmitir nobleza. No era un color presente en ropas de plebeyos o personas más humildes, incluso fue hasta prohibido para ellas en algunas culturas de la época. El carmesí, un rojo profundo y brillante, también simbolizaba riqueza.
“Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez.” Lucas 16.19
La elección de colores era en relación con las riquezas de la época. Si el Tabernáculo tendría que ser hecho con los materiales más nobles -maderas, metales, piedras preciosas y tejidos-, era natural que esos colores sean escogidos. El pigmento púrpura, por ejemplo, tenía su precio cercano al del oro en algunas ciudades, y tejidos teñidos con él tenían un altísimo valor.
La elección del púrpura, por ejemplo, fue hecha irónicamente por los soldados romanos que llevaron al Señor Jesús a la cruz:
“Y los soldados entretejieron una corona de espinas, u la pusieron sobre su cabeza, y le vistieron con un manto de púrpura.” Juan 19.2
Esos colores eran nobles a causa de la dificultad de encontrar la materia prima para sus pigmentos. El azul y el púrpura eran extraídos de secreciones de un molusco marino, el caracol murex, en dos variedades.
Inmediatamente el carmesí era obtenido de los cuerpos secos de insectos -y sus larvas- de género Kermes (nombre del cual se derivó el color), comunes en la zona del Mediterráneo. Con el tiempo, el Kermes cayó en desuso, pues fue descubierto que de otro insecto, la cochinilla, se podía conseguir un colorante similar, pero con el rendimiento de 10 a 12 veces mayor. El pigmento de la cochinilla, además, es usado hasta hoy por la industria alimenticia, presente en muchos productos que consumimos.
Descubrimiento histórico
Con el tiempo, nuevas formas artificiales de llegar a esos colores fueron surgiendo, y el uso de los moluscos e insectos cayó, respecto al uso textil. De ahí el entusiasmo de arqueólogos israelitas que hallaron retazos de tejidos en cavernas en la localidad de Wadi Murabba, en Qumrán, cerca de donde fueron encontrados los Manuscritos del Mar Muerto. Cuando se sometieron a análisis de laboratorio, se constató que los pigmentos naturales son exactamente los descriptos en la Biblia, de las citadas fuentes animales, por lo tanto, de la época en que fue escrita.
Los retazos, con más de 2 mil años, son de tejido rayados de blanco y azul, mientras que el otro tiene azul, carmesí y púrpura.
La Autoridad de Antigüedades de Israel (IAA, siglas en inglés) divulgó un comunicado en el cual dice que “prácticamente no hay paralelos (para esos retazos) en los registros arqueológicos”. Dada la importancia bíblica de esos colores, y el uso de una de ellas en los símbolos israelitas nacionales y de su creencia predominante, es natural entender el entusiasmo por el “azul bíblico perdido” en su forma original, por encima de los colores sintéticos, hoy encontrados con tanta facilidad.
[fotos foto=”Fotos: Clara Amit/IAA”]
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