Obispo, perdí una hija. Ella tenía 6 años cuando fue atropellada y murió al instante, en el 2000. La extraño mucho, pues era la única bendición que Dios me había dado. Yo estaba apartada de la IURD, pero volví. Sin embargo, estoy desempleada, no tengo ánimo para nada. En el lugar donde trabajo soy muy humillada y envidiada. No logro estar rodeada por mi familia, tanto es así que vivo sola. Por favor, me gustaría tener una respuesta para que Dios cambie mi vida. Gracias.
Respuesta
Amiga, me imagino su dolor por la pérdida de alguien tan querido e indefenso. Pero, la verdad es que, aquí en este mundo, todo, absolutamente todo, pasará. Solamente Dios es eterno. Usted necesita poner a Dios en primer lugar en su vida y permitir que Él la conduzca.
Hoy, usted está intentando luchar con la fuerza de su brazo, pero no resultará. Actuando de esta forma, aislándose de todos, incluso de Dios, no va a conseguir vencer a las fuerzas malignas.
La Palabra de Dios promete: “Encomienda al Señor tu camino, y confía en Él; y Él hará.” (Salmos 37:5)
Usted necesita vaciar su corazón que, verdaderamente, está lleno de resentimiento, de indignación, y buscar liberarse de esas cadenas del mal, que solo le han traído infelicidad a su corazón, que ya tanto sufrió por los dolores de la vida.
Para completar esta orientación, busque la Iglesia Universal más cercana a usted y haga las cadenas de liberación. Busque la presencia de Dios para su vida y tenga la más absoluta certeza de que Él va a consolar su corazón. Además de eso, le dará ánimo y una nueva vida.
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