Una semana más de trabajo comienza. Al mirar por la ventana no ve ni siquiera un rayo de sol. El día está nublado, el frío y la lluvia prometen dar una pasadita para “alegrar”. Al llegar al trabajo, inmediatamente se encuentra con una pila de papeles sobre el escritorio. Será un día difícil: firmas, reuniones y decisiones correctas a ser tomadas.
En la vuelta a casa, el día agitado y cansador le trae experiencias que deben ser guardadas para su vida. La noche cae. La agitación del día enseguida se termina y la calle queda en silencio; apenas se oye el barullo del “tic tac” del reloj. El sueño llega suavemente.
Todo parece estar bien, la cama confortable le trae buenos sueños, hasta que se despierta, aún somnoliento, le da una breve mirada al despertador y se da cuenta de que ya se le hizo tarde. Comienza la agitación. Salta de la cama y se prepara de cualquier manera, entra al auto, ni siquiera un buen café tomó, pero, al salir de su casa, oye de fondo la voz de su padre, que le da un breve consejo: “Mi hijo amado, sé que estás muy atrasado para la reunión que tienes, donde tendrás que tomar una decisión muy importante, pero ve por el camino más largo, pues será más rápido.”
El hijo sigue el camino que cree que es el mejor e inmediatamente más adelante piensa en las palabras de su padre, pero decide seguir a su corazón, su emoción, su propio camino, y se encuentra con un caudal muy grande de vehículos. El tránsito es intenso, el tiempo pasa, y cuando llega a la tan esperada reunión, es demasiado tarde. No llegó a tiempo y se perdió la oportunidad de su crecimiento profesional.
No tiene más ganas de trabajar y, al volver a su casa, abatido y sin el menor ánimo para conversar, su padre le dice: “Si hubieras seguido mis consejos y el camino de la razón, tendrías tu vida transformada.”
Razón y emoción
La historia descrita anteriormente parece una situación simple, que puede suceder en el día a día de cualquier persona, pero imagínese delante de un caso como este, en el que en el afán de querer resolver las cosas a su manera, deja que el impulso hable más alto, desperdiciando así la realización de un sueño a causa de un impulso, ¿cuál sería su decisión? ¿Seguir por el camino de la razón o de la emoción?
No siempre es fácil saber qué camino seguir. La razón y la emoción son dos opuestos que crecieron juntos en la vida de una persona desde su infancia. Y cuando ese individuo crece, termina sufriendo la influencia del medio, que lo hará inclinarse hacia uno de los lados.
Es necesario saber equilibrar la razón y los sentimientos, para que la decisión a ser tomada no pese solo para un lado. Elegir el rumbo más agradable puede no hacer mal, dependiendo de la situación, pero siempre debe ser acompañado y fundamentado en un pensamiento prudente. En el caso anterior, el muchacho eligió dejarse llevar por la desesperación y por la ansiedad, emociones que lo llevaron a perder la oportunidad de trabajo. Con miedo a equivocarse, decidió seguir un camino contrario al que le fue propuesto.
Por eso, en el momento de decidir cualquier cosa, ¿qué es lo que usted tendrá más en consideración? ¿La razón o la emoción? ¿Lo que siente o lo que debe hacer?
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