Nadie es el mismo después de un infarto. Para muchos, el miedo a repetir esa angustiante experiencia los lleva a autoimponerse límites innecesarios que retrasan el regreso a las actividades cotidianas e impiden el disfrute de una vida plena. Otros, por el contrario, prefieren olvidar lo sucedido y tratan de retomar la rutina diaria sin prestar demasiada atención a los consejos médicos y familiares.
Lo que no debe perderse de vista, coinciden los expertos, es que el período de rehabilitación posinfarto constituye una ventana de oportunidades para un cambio hacia estilos de vida más saludables. “Es un excelente momento para que la persona tome conciencia de que le pasó algo realmente grave, de que pudo salir de esa situación y de que puede hacer cosas para no repetirla”, afirma el doctor Jorge Belardi, presidente del Instituto Cardiovascular Buenos Aires (ICBA).
Para eso, agrega el doctor Jorge Tartaglione, jefe del Servicio de Prevención y Calidad de Vida del hospital Churruca, “es necesario que tanto el paciente como su familia aprendan a convivir con la situación que se presenta. En ese sentido, la información es la clave para que los afectados por un infarto se recuperen física y psicológicamente, se reintegren al trabajo y a la vida social, y prevengan el temido segundo infarto”.
Esa información es fundamental, en primer lugar, para eliminar la idea extremadamente arraigada de que la persona que ha sufrido un infarto es un inválido físico y social, completa Tartaglione. “Hay que ser muy enfáticos en alentar a los pacientes a que vuelvan a su vida normal -agrega Belardi-. Pero para eso muchas veces hay que sacarles los miedos.”
Miedos propios y ajenos
“Me desperté cuando me estaban pasando de terapia intensiva a terapia intermedia. No sabía ni dónde estaba ni cómo había llegado hasta allí: mi principal sensación era de desorientación.” Así recuerda Sergio Natiello, de 42 años, su despertar posinfarto cuando sólo tenía 37.
“De a poco me fui enterando de lo que me había pasado, que había sido un infarto severo, que me habían hecho una angioplastia -continúa Sergio-, pero lo que me quedaba era una sensación de temor, la necesidad de cuidarme más.”
“Los miedos y las dudas muchas veces quedan instalados, lo que impide que las personas retomen su nivel de vida previo al infarto”, explica Belardi. “La sensación de vacío y desesperanza hace que entre el 30 y el 40% de las personas que sufren un infarto tengan depresión”, dice Tartaglione.
En la actualidad, el período de internación posterior a un infarto oscila entre 4 y 10 días, mientras que el período de rehabilitación posinfarto oscila entre 15 y 30 días. “Al mes -confirma Belardi-, la mayor parte de la gente puede y debe volver a sus actividades habituales, pero en forma lenta y progresiva.”
A veces las restricciones a retomar el nivel de actividad previo al infarto parten del mismo entorno familiar. “Es frecuente la situación del paciente, que quiere volver a sus quehaceres cotidianos, acosado por su familia, que lo frena y lo va restringiendo.”
“Cómo vas a salir tan temprano, no sabés que a los cardíacos el frío le hace mal”, cuenta Natalia Joao de Paradiso, de 77 años, que le dijo una de sus hijas al enterarse de que dos veces a la semana sale de su cada a las 8 para ir al kinesiólogo, y de allí al gimnasio, como le indicó su médico.
“Yo igual me abrigo bien y salgo a caminar”, asegura Natalia, que quiere olvidarse del infarto que sufrió a principios del año último.
Cambio de hábitos
“El paciente vuelve a su casa después del infarto con una serie de indicaciones médicas que debe cumplir, y que tienen que ver con no realizar esfuerzos, no fumar, comer sano y tratar de estar tranquilo, que es lo más dificil de todo”, cuenta el doctor Tartaglione, director de contenidos médicos de la productora Cuatro Cabezas, cuyo programa de televisión E24 , pronto volverá a la TV.
“Es el momento de actuar con la medicación que haya sido indicada, de cambiar la dieta y tratar de reducir los factores de riesgo cardiovascular -afirma el doctor Belardi-. Justamente, uno de los factores que más inciden favorablemente para que la gente deje de fumar es haber sufrido un infarto. Pero para que esos cambios hacia estilos de vida más saludables tengan efecto y se prolonguen en el tiempo es necesario que el paciente tome conciencia de lo que le ha pasado.”
Lo importante, en todo caso, es que las indicaciones médicas contribuyan a disminuir los temores generados por la experiencia traumática que acaba de vivir, y no que los reaviven.
“La lista de indicaciones que se le da al paciente puede a veces dar la sensación de que tendrá una vida muy recortada -concluye Tartaglione-, pero lo cierto es que muchas veces después de pasar la prueba de un infarto y rozar la muerte es que comienza a valorarse la vida como algo irrepetible y a disfrutarla con mayor intensidad que antes.”