Tenía todo para ser una más en medio de la multitud, pero incluso sin saber leer y escribir, registró su nombre en la historia y cambió el destino de muchas personas. Casi 100 años después de su muerte, continua influenciando vidas y motivando a personas a luchar por sus sueños.
Cuando Harriet Tubman nació, entre 1820 y 1822 – no se sabe bien la fecha de su nacimiento -, Brasil caminaba para dar su grito de libertad de Portugal, que sucedió en 1822. En Estados Unidos, más precisamente en el Condado de Dorchester, en Maryland, Harriet vivía en un cuarto sucio, que compartía con sus padres esclavos y otros 10 hermanos más. Juntos, trabajaban en una plantación de manzanas, trigo y maíz. Como eran esclavos, trabajaban de sol a sol, no tenían derecho a un salario y no había ninguna señal de una vida diferente a la de sus padres, abuelos y bisabuelos. Si los azotes en los esclavos eran comunes, en Harriet eran más frecuentes. Por tener un espíritu libertador, no se conformaba con la forma en que su pueblo y familiares eran tratados, y era castigada cuando cuestionaba eso.
Para olvidar la dura realidad en la que vivían, los esclavos hablaban del sueño de libertad y contaban historias soñando con ese día. En una de esas conversaciones, conoció la historia bíblica de Moisés, que había conducido al pueblo israelita hacia fuera de Egipto, donde vivían como esclavos. Entonces, Harriet comenzó a soñar con el día en que apareciera un Moisés y librara a su pueblo de la esclavitud. Aun esperando, le daba respaldo a quien ansiaba por la libertad. En una ocasión, al ayudar a un esclavo a huir, fue golpeada con un objeto que provocó un corte en su cabeza y que casi la llevó a la muerte. Ese incidente fue un divisor de aguas en su vida, pues durante el proceso de recuperación, empezó a orar con más frecuencia y su fe se volvió inquebrantable.
En 1844, se casó con John Tubman, un hombre libre. Pero el casamiento no le dio el derecho a la libertad. Ellos se fueron a vivir a una hacienda, donde John trabajaba en la agricultura. Harriet pensaba en huir, pero el marido abominaba la idea y la amenazaba con contarle al patrón de su intento. Sin embargo, su sueño de libertad era mucho mayor y comenzó a planear su fuga.
En búsqueda de la Tierra Prometida
Alimentar ese sueño dejaba libre a su alma, y mientras que trabajaba en los campos, no paraba de cantar que estaba yendo en búsqueda de la Tierra Prometida, y esta tierra para ella era la región norte de los Estados Unidos, donde la esclavitud estaba prohibida. Su primera fuga fue con 3 hermanos, que días después, sin comida, dinero y sin saber qué ruta tomar, volvieron al antiguo dueño. Aun sin gustarle, Harriet también regresó. Dos noches después, huyó sola.
En su camino, encontró a ángeles que le dieron abrigo y estaban en contra de la esclavitud. Su primera parada fue en la casa de una familia blanca, que le dijo adónde debería ser su próxima parada y así sucesivamente.
Con miedo a ser capturada, viajaba durante la noche y hacía su ruta por la línea del tren, para no perderse en el camino. Su destino era Pensilvania, donde había una ley que prohibía la esclavitud. Y cuando llegó allí, conquistó su tan soñada libertad.
Sintiendo el placer de ser libre y recordando la historia de Moisés, Harriet se dio cuenta de que en vez de esperar a un libertador, tendría que ser ella la escogida para liderar a un pueblo rumbo a la tierra prometida. Fue entonces que empezó a trabajar haciendo limpieza, como cocinera, lavadora de platos y todo lo que recaudaba tenía un destino: salvar a otras personas.
En una época donde los medios de transporte eran los trenes, caballos y carretas, ella contaba solo con sus pies para hacer largos viajes y darles libertad a los esclavos. Hizo 19 viajes hasta el sur del país y condujo a 300 esclavos hacia la libertad. Muchas veces se disfrazaba de hombre, de una viejita débil y conseguía su cometido.
Escribiendo la historia
En 1860, cuando Abraham Lincoln fue electo presidente de los Estados Unidos, 11 estados del sur se retiraron de la Unión, porque no querían como líder a un hombre que abominaba la esclavitud. En 1861 comenzó la Guerra Civil Americana, entre el sur y el norte del país. En ese período (1861 y 1865), Harriet trabajó como enfermera y espía para el ejército del norte. Hacía incursiones en territorio enemigo y liberó a más de 700 esclavos.
En diciembre de 1865, poco después del fin de la guerra, fue aprobada una enmienda a la Constitución de los Estados Unidos, donde la esclavitud pasó a ser prohibida. Entonces, Harriet pudo regresar a su antigua casa, pero su marido John Tubman murió poco tiempo después, en 1867. En 1869, se casó nuevamente, con un antiguo esclavo y soldado, y pasó a dedicarse con más fuerza a las causas sociales.
Incluso sin saber leer o escribir, esta mujer fue un referente para muchas autoridades de la época, que veían su coraje y lucha en favor de un ideal. Muchos decían que aun siendo una mujer fuerte y valiente, a la que todos obedecían y respetaban, era serena, su voz era suave y sus palabras dulces.
Después de que los negros ganaron la libertad, Harriet luchó para que ellos continuaran teniendo una vida digna y creó un hogar para darles sustento.
Murió el 10 de marzo de 1913 y, así como Moisés, que pensaba que no estaba capacitado, fue la libertadora de un pueblo. Su cayado era su fe y su deseo de libertad.
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