Siempre que recibimos un presente, independientemente del valor sentimental,
es normal que sea hecha una evaluación, aunque sea de una manera inconsciente.
“¿Cuál es valor de este presente?”
“¿Qué representamos para quien nos hizo ese presente?”
Lo mismo sucede cuando se entrega la vida en el Altar.
El Altar representa al propio Dios. Por lo tanto, si representa a Dios, entonces el Altar recibe y evalúa lo que en Él es presentado.
Si usted dice que entregó su vida en el Altar y ella continúa siendo la misma, sin calidad, con certeza es porque:
El Altar evaluó la calidad de la vida presentada.
El Altar vio lo que Él representaba para usted.
Y se hizo evidente, no a nuestros ojos, pero sí a los ojos del Altar, que esa entrega no tuvo calidad. Esa es la razón por la cual la vida hoy tampoco tiene calidad.
Es imposible que el Altar sea injusto, como también es imposible engañar al Altar.
Jesús dijo: ¡Necios y ciegos! porque ¿cuál es mayor, la ofrenda, o el Altar que santifica la ofrenda? Mateo 23:19
Obispo Djalma