Al comenzar la reunión, el obispo determinó la sanidad de las personas que estaban sufriendo algún dolor o enfermedad.
Luego de la oración, Andrea contó: “Tenía muchos quistes en las mamas, desde hace unos diez años, me hicieron ecografías y me dijeron que tenía que controlarme porque era extraño. Me palpaba y lo sentía, pero después de la oración no están más, desaparecieron”.
A continuación, el obispo, los pastores y obreros oraron contra los males que atormentaban a las personas, como la mala suerte, la depresión y los deseos de suicidio.
Después de la oración fuerte, el obispo explicó cómo vencer una lucha espiritual: “La forma más fácil es entregar esa lucha a Dios. Él es el Señor de los ejércitos y el Señor de las batallas. Si tengo un problema y quiero vencerlo, el camino más corto es entregarlo a Dios. La Biblia dice: ‘Pero si en verdad oyeres su voz e hicieres todo lo que yo te dijere, seré enemigo de tus enemigos, y afligiré a los que te afligieren.’, (Éxodo 23:22). Fíjese que Dios dice ‘si en verdad oyeres su voz’, eso quiere decir oír y poner en práctica. Quien haga eso logrará que Dios sea el enemigo de sus enemigos y tendrá a Dios como aliado. Entonces, ¿habrá motivos para preocuparse? Solo deberá preocuparse quien oiga y no obedezca la Palabra de Dios.
Obedecer y poner en práctica la Palabra de Dios no es ser un fanático, sino usar la inteligencia y vivir de acuerdo con Su Palabra. Lo único que Dios necesita para vencer un problema es que usted se entregue a Él”.
Luego de estas palabras, el obispo oró por todos los que deseaban entregarse de cuerpo alma y espíritu a Dios, para pasar a vivir de acuerdo con Su Palabra.
Fue una reunión muy bendecida, en la que todos comprendieron la importancia de entregarse a Dios.