Cuando Jonás escuchó de Dios que debería llevar la Palabra de Salvación a la ciudad de Nínive, no estuvo dispuesto a ir por creer que ese pueblo no merecía ser perdonado, sino destruido junto a la ciudad. De esta forma desobedeció la orden divina y huyó.
En la fuga, el profeta embarcó a una ciudad llamada Tarsis, lugar exactamente opuesto a Nínive, imaginando que podría escapar de los ojos de Dios. Durante el trayecto, al acostarse tranquilamente en el sótano del barco, una gran tempestad agitó el mar, a tal punto que los marineros tiraron a Jonás en medio de las turbulentas aguas. Todo para librarse del peligro, ya que creían que él era el motivo de tamaño disturbio (Jonás 1:1-5).
En el fondo del océano, Jonás fue tragado por un gran pez. Sin embargo, tres días después, al ser vomitado por el animal, continuó su viaje a Nínive para llevar el mensaje del perdón de Dios a los habitantes.
Analizando esta pequeña narración de una parte de la vida de Jonás, podemos extraer algunos ejemplos, que sirven para ayudarnos a recomenzar cuando cometemos algún error:
Reconocer
Al ser enfrentado por los marineros, Jonás reconoció que estaba equivocado y que había huido de la presencia de Dios por no querer cumplir Su orden. El primer paso para recibir el perdón de Dios fue haber reconocido su culpa (Lea Jonás 1:10). Admitir que estamos equivocados no es nada fácil; pero, justamente por exigir una buena dosis de sacrificio, este gran acto es el camino más sincero y eficaz para recomenzar.
Humildad y perdón
Cuando estuvo enclaustrado en la panza del gran pez, Jonás Le pidió perdón a Dios. Su arrepentimiento llegó en el momento que más lo necesitó (Jonás 2:3).
A veces, las circunstancias del día a día son tantas que dejamos de reconocer pequeños o grandes errores que pueden perjudicar a otras personas. Con la actitud de rehusarse a predicar el mensaje de Dios al pueblo de Nínive, por ejemplo, Jonás simplemente estaba impidiendo que las personas fueran salvas.
Nunca es tarde para pedir perdón y perdonar. El fondo del pozo o del mar puede ser muy feo, pero aún allá Dios envía el socorro para ayudarnos.
Obediencia
Un solo error puede librar si la persona aprende con él. Jonás aprendió y decidió hacer lo que Dios le ordenó. Como consecuencia, toda aquella ciudad fue perdonada y salva (Jonás 3:10).
Así sucede con nosotros. Cuando obedecemos un llamado divino o somos sensibles a las orientaciones del Espíritu Santo, recibimos los beneficios de estos actos y contribuimos a que otras personas también sean bendecidas.
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