En una construcción, la atención por el trabajador es indispensable para el buen funcionamiento de la obra. En el Templo de Salomón, los criterios de seguridad son minuciosos y rigurosos. Sobrepasan las normas técnicas y promueven la confianza y el bienestar de los colaboradores, que reconocen la importancia de formar parte de un emprendimiento tan grandioso e imponente. El técnico de Seguridad del Trabajo Márcio Kohler, de 47 años, es el responsable por promover las condiciones adecuadas para la realización de las actividades. Pero, además de cuidar de los profesionales, fue cuidado y protegido por una fe suficientemente fuerte para librarlo de un gran problema de salud. El día a día de Kohler comienza bien temprano. Diariamente, hace inspecciones en el lugar de la obra, para verificar si las tareas están siendo ejecutadas de acuerdo con las normas y patrones de seguridad. Todo para preservar la integridad física de los trabajadores. “Es de suma importancia asegurar la ejecución de todos los procedimientos y, así, preservar lo que tenemos más valioso, que son los profesionales”, afirmó.
A lo largo de sus 22 años de experiencia, Kohler trabajó en grandes construcciones. Sin embargo, el Templo de Salomón tiene un papel especial en su carrera. “La obra del templo está siendo una marca en mi vida profesional. Es algo indescriptible, pues veo la oportunidad de tener una intimidad aún mayor con Dios. ”
Y fue con esa intimidad fortalecida que el técnico encontró valentía para encarar el diagnóstico dado por los médicos en septiembre del año pasado: linfonodos en el intestino. El susto fue enorme. Los especialistas le advirtieron sobre la gravedad del problema y le comunicaron que el caso era de internación inmediata e intervención quirúrgica urgente. Kohler necesitaba tomar una decisión.
“Fue una fase difícil. Tenía dos opciones. O creía en lo que los médicos decían o creía en los promesas de Dios. Decidí creer en las promesas, pues del mismo modo como Dios ha cuidado la construcción del Templo de Salomón, Él cuidaría también mi vida”, contó Kohler. Participar de la construcción y acompañar activamente todas las etapas no solo contribuyó para reforzar la fe del técnico, sino que fue indispensable para que supiera lidiar con el problema por el cual estaba pasando.
“Cuando me vino a la mente servir a un Dios tan grande y que ya garantizó mi cura en la cruz, no acepté que mi cuerpo cargara ninguna enfermedad. En ese momento, ocurrió la materialización del poder de Dios.” Lo que parecía no tener solución, estaba resuelto. No fue necesario hacerse una cirugía y ni tomar medicamentos. La enfermedad desapareció por el poder de Dios. Es el verdadero ejemplo de que el Templo de Salomón ya está despertando la fe de muchas personas incluso antes de ser inaugurado.
Hoy, Kohler continua realizando su función con la misma fuerza y competencia de antes. La fe permanece con él. “He vivido experiencias maravillosas. Día tras día he mejorado mi relación con Dios, buscando mejorar mis pensamientos y ya estoy santificándome para participar de la inauguración del templo”, completó. Las obras ya están en un 95% concluidas y, muy pronto, Kohler y demás personas podrán presenciar la finalización de este grandioso trabajo.
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