Llegando a los 23 años de casado dentro de poco, y trabajando con parejas diariamente durante varios años, una cosa he aprendido: una vida amorosa feliz no es fruto de la suerte, ni de Cupido, ni de encontrar a la persona correcta, ni de creer en Dios.
Quien piensa que es fruto de la suerte, tiene que creer en la suerte. Y quien cree en la suerte, cree en la mala suerte. Y como en cualquier juego de azar, la chance de acertar en la suerte es mucho menor que la de acertar en la mala suerte. La chance de perder en la lotería es infinitamente mayor que la de ganar. La chance de perder en el dominó, en las cartas, en el bingo, etc. – siempre es menor que la de ganar. ¿Usted está seguro que quiere basar su vida amorosa en la suerte?
Quien cree en Cupido, en el alma gemela, en la media naranja o en que el amor está escrito en las estrellas, realmente necesita educarse un poco más. Basta con decir eso.
Quien piensa que el matrimonio feliz depende de encontrar a la persona correcta realmente necesita toda la suerte del mundo.
Y quien piensa que creer en Dios es suficiente para ser feliz en el amor, explíqueme por favor la causa de que tantos cristianos estén divorciados o viviendo un matrimonio de fachada.
La vida amorosa feliz, pura y simple, es fruto de trabajo. Un matrimonio feliz es posible y es muy bueno, pero da trabajo. No es fruto de la casualidad. No es automático.
Cristiane y yo creemos en Dios pero un día me dijo que quería separarse de mí. Si el alma gemela existe, no soy la de Cristiane ni ella la mía. Durante 12 largos años, había muchas brechas y asperezas en nuestra relación, exactamente porque no nos completábamos el uno al otro perfectamente. La suerte de nuestro matrimonio nos estaba llevando hacia el pantano.
Las cosas solo cambiaron cuando entendimos que si nuestro matrimonio iba a funcionar, tendría que ser con nuestros propios esfuerzos.
Cambia eso, deja de ser egoísta en aquello, reconoce que necesitas cambiar aquí, haz un esfuerzo para ser diferente allí, usa la inteligencia por encima de la emoción, busca a Dios pero haz también tu parte – fue así, resumidamente, que todo cambió.
Y no fue algo que hicimos en ese tiempo y después de que resolvimos los problemas dejamos de hacerlo. No. Hasta hoy, todos los días, continuamos trabajando en nuestra relación. Tenemos que prestar atención uno del otro. Tenemos que ser vigilantes con la cultura anti-matrimonio a nuestro alrededor. Y tenemos que mantener nuestra relación con Dios al día, pues de ahí viene la habilidad para practicar lo que sabemos.
Si nosotros hacemos eso, usted también puede. Basta con querer. Y usted puede comenzar ahora.
Aquí hay algunos consejos de cómo comenzar.
Extraído Blog Obispo Renato Cardoso
[related_posts limit=”7″]