El sacrificio no se limita sólo al pueblo de Israel, y tampoco a la Iglesia Universal del Reino de Dios. El sacrificio siempre ha existido ya que es sólo una demostración de fe en Dios, en quien uno cree.
Por ejemplo, los profetas de Baal hicieron su sacrificio cortándose el cuerpo para hacer descender fuego del cielo. Hay personas que quieren lograr un propósito y hacen promesas como recorrer kilómetros de rodillas, y así, de esa manera, demostrar la fe en el dios que ellas creen. Los que ofrecen a los espíritus alimentos y bebidas también están haciendo un sacrificio.
El sacrificio es la demostración de fe de una persona y es, precisamente, en el sacrificio que se tiene la comunión entre los fieles y su dios. (Lea en la Biblia: cuando una persona hace un sacrificio se está uniendo a aquél, a quien sacrifica. Corintios 10)
Desde el momento en que la persona sacrifica a Dios, está uniéndose con el propio Dios. El sacrificio es un esfuerzo extraordinario para lograr un bien mayor, a veces renunciando a su propia voluntad e intereses. En la vida secular todos hacen sus sacrificios, por ejemplo, dietas estrictas para lograr una mejor figura, trabajar horas extras e incluso los fines de semana para consolidar una posición profesional, pasar años en la universidad para que en el futuro alcance una estabilidad financiera o ahorrar en vez de salir de vacaciones. Todos esos son actos que requieren sacrificio.
En la vida espiritual no es diferente, la persona que quiere ser salva tiene que sacrificar sus deseos, tiene que perdonar, ayunar, pues son sacrificios para alcanzar una mayor comunión con Dios. El propio Dios, cuando quiso redimir a la humanidad, utilizó el camino del sacrificio al dar a su Único Hijo por todos nosotros.
Y cuando el Señor Jesús estaba hablando con Pedro sobre su sacrificio, éste trató de disuadirlo, diciendo: «Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca. Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres” Mt 16:22,23.
Eso es exactamente lo que sucede, el mal no quiere que la persona sacrifique, porque sabe que si la persona sacrifica a Dios será recompensada. El sacrificio es una prueba directa con Dios, en el que se dice: «Si voy a sacrificar a Dios, entonces Él tendrá que responderme. Ahora, si Él no me responde, voy a tener en cuenta que el dios al que yo sacrifico no es Dios.
Cuando se sacrifica se demuestra la fe, y esto tiene que traer resultados.