Algunas personas pueden considerar que ver y oír espíritus es un don, pero para muchos es una experiencia desesperante. Que lo diga Juraci Rodrigues de Oliveira, de 45 años, que a los 9 años comenzó a tener experiencias paranormales. Cuenta que escuchaba silbidos sin tener a nadie cerca suyo. Cuando eso sucedía, sentía escalofríos y un fuerte calor.
Con el pasar del tiempo, las experiencias evolucionaron a una etapa más aterradora. “A la noche, veía un cajón con un difunto en la puerta de mi habitación”, recuerda.
Para intentar liberarse del supuesto don, en la adolescencia, Juraci pasó a participar en ceremonias místicas, pero en vez de mejorar, la situación empeoró. “Pasé a tener fiebre súbitas y, cuando eso sucedía, aparecía el espíritu de una persona con cabello largo. De repente, ese espíritu se transformaba en una especie de aplanadora enorme y muy peluda e intentaba pasar por encima mío. Era desesperante.”
Sin embargo, los fenómenos sobrenaturales no se limitaron solo en Juraci, sino que involucraron a toda su familia. Un día, cuando mi padre fue a conocer un lugar donde las personas recibían espíritus, una de ellas, que no lo conocía, incorporó el espíritu de un muerto diciendo que habían hecho un hechizo para que él quedara loco, mis hermanas se volvieran prostitutas y mis hermanos ladrones”, revela.
Lo más impresionante es que todo lo que la fuerza espiritual dijo, sucedió. “Fueron tres años de sufrimiento con toda la locura de mi padre, que recién tuvo fin cuando oyó en la radio la programación de la Universal diciendo que para todos los problemas existía una solución. Fue al templo y después me llevó. Recibiendo oraciones de liberación, con el pastor del momento, volvió a estar lúcido.
Por otra parte, Juraci tardó para liberarse de las persecuciones espirituales, que a cada día empeoraban, atentando incluso contra su propia vida. “Comencé a usar todo tipo de droga, hacía pequeños robos, bebía y fumaba. Todo el tiempo era perseguido por el espíritu de un hombre con una capa negra. Intenté matarme varias veces. Hasta que decidí ir a la casa de un primo y al volver matarme. En el camino, encontré a un grupo de voluntarios de la Universal, que me preguntaron si podrían conversar conmigo un momento. En ese mismo instante comencé a llorar y les conté todo lo que estaba por hacer. Me preguntaron si aceptaba una oración y acepté allí mismo. Volví a mi casa y el deseo de suicidarme desapareció. Comencé a tenerle asco a las drogas. El espíritu que me atormentaba también desapareció. Fue como si mi mente recibiera una luz poderosa. Los pensamientos de muerte le dieron lugar a los de vida”, finaliza.
“La mayoría de las personas que tienen este problema piensa que el espíritu está afuera, en la casa, en la calle, cuando en realidad está dentro de ellas y, por eso, adonde va, la acompaña. Algunos son hereditarios, ya estaban en la familia y fueron pasando de generación en generación. Pero más adelante harán lo que vinieron a hacer: destruir.
La única solución es participar de las cadenas de liberación, los viernes, en una Universal“, explica el obispo Francisco Decothé.
Viernes a las 16 y 20h, en Av. Corrientes 4070 – Almagro o en la Universal más próxima a su hogar, búsquela aquí: www.universal.org.ar/direcciones
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