Obispo, estoy casada hace 3 años y medio y tengo un hijo de 2 años, pero mi matrimonio está desmoronándose totalmente, y no sé que más hacer. Ni bien me casé me mudé de mi pueblo natal a una ciudad capital, donde nunca logré adaptarme.
Cuando quedé embarazada le pedí a mi esposo que volviéramos a mi ciudad natal y aceptó. Pero al establecernos allá, el que cambió fue él. Habla mal de mí, me humilla, me maltrata y me obligada a vivir así. Obispo, yo no lo dejé porque temo por mi hijo, podría perder la tenencia.
Por favor, oriénteme, me siento perdida, ya no sé qué pensar ni qué hacer. Las palabras de él me hieren mucho y ya perdí toda mi confianza en él. A pesar de todo, reconozco que aún siento algo por él. La verdad es que yo no quiero separarme y ser “la separada” de entre mis hermanas. Tengo miedo de actuar y después sufrir viendo a todos mis sobrinos con los padres y mi hijo sin su papá cerca. Para mi hijo, él es un buen padre, pero es un pésimo marido. Yo sé que Dios no está a favor de la separación, pero ¿Dios quiere verme tan infeliz?
Respuesta
Amiga, el verdadero amor aflora justamente a partir de las dificultades enfrentadas por el matrimonio, y el objetivo de cada uno debe ser siempre el de hacer feliz al otro, aunque para eso cada uno tenga que sofocar su propia voluntad y los deseos personales.
Sin lugar a dudas, el regreso a su ciudad natal fue un retroceso. La escapatoria suya, seguramente frustró a su marido, que, tal vez, vislumbrara una perspectiva de crecimiento profesional que lo motivaba mucho más en la capital. Él la siguió, pero de hecho no está sabiendo lidiar con eso.
Usted habla de separación y dice que no tomó la decisión por su hijo y por no ser la separada de sus hermanas… o porque tiene miedo de actuar y después sufrir viendo a todos con padre y su hijo sin su papá. En definitiva: usted está preocupada con lo que van a decir o sentir los demás, pero ¿y usted? ¿Y su esposo?
Mire hija, cambiar de marido, es cambiar de problema. Cuando el dedo de la mano o del pié está herido, usted lo cuida con cariño hasta quedar curada totalmente. Usted no corta su dedo y lo tira, ¿no es verdad? Después de todo, el dedo forma parte de su cuerpo. Piense, ¿su marido no es mucho más importante? ¿Porqué buscar separarlo del cuerpo?
Usted dice que aun siente algo por él… Eso ya es motivo suficiente para luchar por la armonía de la familia, por la felicidad de su marido, de su hijo y, en definitiva, por su felicidad.
Participe de las cadenas de liberación en el Cenáculo del Espíritu Santo más cercano de su casa, para que el mal que está actuando en su vida sea arrancado y usted reciba el Espíritu de Dios, que tendrá la libertad de transformarla en otra mujer. Después, su marido viendo su transformación, también se volverá a Dios y su hogar será un pedacito de cielo. Dios la bendiga.