Tal vez usted, muchacho, diga haber encontrado una cosa más amarga que la muerte: esa mujer cuyo corazón son redes y lazos, y cuyas manos son cadenas. Tal vez usted diga que predica una cosa, pero vive otra, no soportándola más. Tal vez sea usted, mujer, que esté pensando en divorciarse, no soportando más a su marido.
Yo le pregunto: Si usted tiene una herida en el brazo, ¿se lo corta o busca a un médico? Si usted cree en el poder de Dios, ¿Le pide que le cure el brazo o que se lo quite?
El matrimonio no es una unión de dos personas, una simple pasión. El matrimonio es una cosa seria, así como seria es la fe. Cuando su matrimonio es afectado, su fe también es afectada.
Entonces, ¿qué se debe hacer? ¡Claro que curar esa herida! Si usted, mujer, es de Dios y su marido es “un estorbo”, por alguna u otra razón ustedes dos están juntos, y no hay más separación. Fueron hechos puré. Eran dos papas y ahora son puré. Lo que debe estar faltando es la leche del Espíritu Santo, la cual hace que dos papas se junten de tal forma, que una forma parte de la otra. Usted debe buscar en Dios la reconstrucción de su hogar.
Muchas veces la esposa Le pide a Dios por la conversión, la liberación y la transformación de su marido, pero cuando llega a su casa, lo agrede, tomando actitudes contrarias a sus oraciones. Así, Dios no puede hablar a través de ella para ayudar a su marido.
Cuando usted, mujer, llegue a su casa, sea discreta, para que su marido vea en usted a esa criatura de Dios. No sirve de nada que Le hable de Dios; usted tiene que manifestar al Espíritu Santo en sus actitudes adentro de su casa. Tiene que ser discreta, prudente, sabia, sumisa, y eso solo depende de usted. Dios no puede hacer eso por usted. Por ejemplo: Usted va a la iglesia, ora, llega a su casa y su marido le pide que le haga un bife con papas fritas. Usted va a la cocina, no dice nada, no pelea, pero hace repollo y papas hervidas. ¿Cómo quiere así ganar a su marido para Jesús?
Que Dios bendiga a todos, abundantemente.
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