La flaqueza del hombre de Dios no siempre significa debilidad, pues el apóstol Pablo también tenía flaquezas, incluso Le pidió tres veces a Dios que las retirara de él. Pero el Señor le respondió: “… Bástate Mi gracia; porque Mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.” (2 Corintios 12:9)
En la carta a la iglesia de Filadelfia, el Señor Jesucristo revela lo que Él es: “Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David…” (Apocalipsis 3:7). ¿Por qué el Señor Se identifica como el Santo y Verdadero? Porque la iglesia en Filadelfia era santa y verdadera, es decir, revelaba en sí misma el carácter de su Señor.
Santo significa separado del mundo del pecado. La santidad de esta iglesia estaba justamente en vivir su día a día separada de todo lo que contribuía para el alejamiento del Señor. Quiere decir que en los momentos más difíciles, en las situaciones más diversas, aquella iglesia obedeció a Su Palabra. Y es en esto que consiste la santificación: vivir de acuerdo con la Palabra de Dios.
Aquí está la relación íntima entre la santificación y la obediencia a la Palabra de Dios. Y de la santificación de la Iglesia depende la grandeza de la Obra de Dios en este mundo. Obvio que cuando la iglesia o el cristiano asume la personalidad de la Palabra de Dios, Su carácter pasa a ser visto en la vida de esa iglesia o de esa persona. ¡Esto sucedió con el Señor Jesús!
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