Es lo que usted hace que muestra lo que usted quiere, y no lo que usted dice o piensa que quiere. Darse cuenta de esta brecha – la que está entre lo que usted hace y lo que usted dice o piensa – puede llevarlo a la raíz de muchos de sus problemas. Pero no solo de sus problemas. También es la raíz de la insatisfacción, de la frustración y de muchas decepciones en la vida.
Cuando se da cuenta de la brecha que existe sus deseos y sus actitudes, sus oraciones y sus obras, entonces usted comienza a progresar.
Recuerde: lo que usted hace, siempre es igual a lo que usted quiere. Pero, no siempre lo que usted quiere es igual a lo que usted hace. En otras palabras, usted siempre termina viendo los resultados de sus obras, pero no siempre verá los resultados de sus deseos.
Pienso que Pablo dio en el blanco cuando dijo: “Sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre…” (1 Corintios 9:27). Para cerrar la brecha entre lo que queremos y lo que hacemos, tenemos que controlar nuestras emociones, asumir el control de nuestro tiempo, y ser implacables con los hábitos que nos hacen desperdiciar nuestra vida. Es una guerra entre el cuerpo y la mente, las emociones y la inteligencia.
¿Cómo podemos vencer esta guerra? Comience por aquí:
1. Haga una buena revisión de lo que usted ha hecho. ¿Dónde le han llevado sus acciones? ¿Es donde usted quiere llegar? Vea cada área de su vida – economía, relaciones, familia, salud, vida espiritual, etc.
2. Sea implacable en lo que tiene que cambiar. ¿Qué tiene que cambiar? ¿Qué debe dejar de hacer? ¿Qué nuevos hábitos debe adquirir? Escríbalos en un papel de una manera simple y objetiva. Usted puede terminar con una lista larga, pero recuerde priorizar y dar un paso a la vez.
3. Disciplínese. Esto puede incluir muchas cosas. Por ejemplo, la hora de levantarse de la cama, qué comer, la frecuencia con la que va a la iglesia, las actividades familiares, etc. Decida lo que es y vaya adelante.
Comience ya.
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