“La bendición del Señor es la que enriquece, y no añade tristeza con ella.”, (Proverbios 10:22). A simple vista, este versículo suena a llueve sobre mojado. La bendición del Señor por sí sola ya enriquece y, por eso, jamás trae disgusto.
Pero no todos entienden la extensión de esta palabra. Creen que las bendiciones (promesas) vienen como la lluvia. Creen que la conquista fácil es señal de aprobación del Señor.
Una joven señora confesó: “Oré, ayuné, clamé para tener un hombre de Dios como marido. Un día, de la nada, me crucé con alguien que reunía las condiciones que buscaba. Inteligente, excelente formación académica, éxito profesional, buen nombre en la alta sociedad y todo lo demás que garantiza la tan soñada felicidad.
Todos los que lo conocían me decían: ‘Caramba, demoró, ¡pero diste en el blanco!, ¿no?’. Nos casamos con refinamientos de la realeza. Solo faltó el carruaje. Me sentía la mujer más feliz del mundo hasta la primera noche de la luna de miel, cuando él me confesó que era gay. Sentí como si el mundo se derrumbara sobre mi cabeza. Los siguientes años vivía preguntando: ¿Por qué mi Dios? ¿Dónde me equivoqué? La bendición se convirtió en maldición y el príncipe se convirtió en sapo. ¿No está escrito que Tu bendición enriquece y que con ella Tú no traes disgusto? ¿Por qué permitiste esto?”.
La falta de discernimiento espiritual confunde hasta a los más sabios. El error fatal fue apoyar su fe en el “príncipe” pensando que era la respuesta de Dios. De todo corazón creyó que las facilidades evidentes eran señales evidentes de la aprobación Divina.
Todo es posible por la fe. Pero el uso de la fe asociado al desprecio de la voluntad de Dios es disgusto seguro. Seguramente, su matrimonio no fue de la voluntad del Señor. Si lo hubiera sido, no habría disgusto.
Quien vive en la fe tiene que discernir lo que es y lo que no es de Dios. Si hay facilidades, desconfíe, pare y espere. Dé tiempo al tiempo hasta estar absolutamente seguro de la voluntad de Dios. Si hay dificultades, entonces las chances de que sea de la voluntad de Dios son grandes. Aprendí que las bendiciones siempre son precedidas por dificultades. Cuanto mayores las dificultades, mayores las bendiciones. Las respuestas Divinas nunca vienen envueltas como regalos. Por el contrario, vienen a base de sacrificio de sudor, sangre y lágrimas. Fue así en el pasado, es así en el presente y lo será en el futuro. ¿Qué héroe de la fe tomó posesión de las promesas Divinas a base del uso de mentiras o engaños?
Lea, medite, y saque su propia conclusión: “Respondió Jesús y dijo: De cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de Mí y del evangelio, que no reciba cien veces más ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, y tierras, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna.”, (Marcos 10:29-30).
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