¿Qué tipo de lugar es el desierto en la Biblia?
En algunos fragmentos de la Palabra, el desierto es un lugar de privación total o casi total. En él, el agua es la sustancia más rara – es indispensable para la vida de todos los seres en la naturaleza. Donde no hay agua, no hay comida. Son raras las plantas y los animales en el clima desértico. La sequedad local, la increíble incidencia de radiación solar, el intenso frío nocturno… Son muchos los factores que pueden debilitar y matar. Además de todo eso, el desierto era el territorio predilecto de los ladrones y asesinos de la época.
En el desierto, el pueblo hebreo sufrió durante 40 años, pues no estaba listo espiritualmente para la Tierra Prometida y todo lo que ella significaba.
Partiendo de eso, podemos hacer una analogía en relación a nosotros. Muchos tenemos períodos en la vida en los que también hay una gran infertilidad de todo. De ideas, de dinero, de paz.
Solo que, muchas veces, también somos nosotros quienes causamos esa escasez de todo lo que es bueno. Nuestras actitudes impensadas, o basadas en los muchos dioses de hoy – que no son solo ídolos, sino sentimientos y creencias en cosas equivocadas – nos llevan a no producir, a no fructificar. Por eso nos desanimamos, y llevamos una imitación de vida, nada próspera.
Usted y sus actitudes pueden ser su propio desierto.
Sin embargo, también en la propia Biblia, el desierto era visto de otra forma. Fue exactamente el lugar escogido por el Señor Jesús para Su cuarentena, en el que Se preparó para el sacrificio supremo. Él podría haber escogido un bosque cerca de la ciudad, una casa de campo, una playa. Sin embargo, siguió hacia la aridez de aquel lugar infértil y peligroso.
Y allí obtuvo la victoria contra el diablo. Una victoria que garantizó que siguiera Su ministerio y nos devolviera el acceso a la vida eterna al lado de Dios.
Juan Bautista predicaba en el desierto. También escogió aquel lugar árido e infértil – exactamente como los corazones de las personas a quienes predicaba y a quienes quería mostrarles el camino de la Salvación. El primo de Jesús vestía ropa rústica de cuero de camello. Comía langostas y miel para nutrir su cuerpo físico. Renunció a la comodidad y a la seguridad para servir a Dios y alcanzar a Sus hijos. Pero eso no fue nada delante del hecho de enfrentar la aridez de los corazones humanos que vivían lejos de Dios.
Allí mismo, en un río a orillas del amenazador desierto, Juan tuvo la gloria de bautizar al propio Señor Jesús.
En el desierto, Jesús, Juan y muchos otros sufrieron. Pero, también en él, vencieron. Se fortalecieron y llegaron más allá de lo que deseaban.
Allí mismo, entre dunas, rocas y la amenaza constante de muerte, salieron más fuertes y bendecidos.
Del mismo modo, si usted hace cosas que lo llevan cada vez más hacia una vida estéril, allí mismo, en ese desierto infértil, puede tomar una decisión que va a cambiar su existencia en la Tierra. Y enseguida estará lejos del desierto de las emociones, de la improductividad, de la escasez material, de la sensación de ser un perdedor.
Para tomar esa decisión, solo basta seguir el ejemplo de los que vencieron en el desierto. Como Jesús, como Juan, como el pueblo hebreo, que después prosperó en la Tierra Prometida. Ese pueblo vagó durante 40 años por terrenos nada favorables, orando provisoriamente en una tienda. Y esa práctica de oración fue un ensayo para, un día, orar en un suntuoso edificio, en uno de los puntos más altos de su propia ciudad, en su propio reino.
El Templo de Salomón, la Casa de Dios, simbolizaba también la victoria de los que vencieron en el desierto físico y en el desierto personal, porque fundamentaron su fuerza en la fuerza de Dios, en su relación íntima con Él.
A partir de ahora, sus actitudes en relación a Dios es lo que determinará si usted entrará en el Templo de Salomón, o si permanecerá en el calor y en el frío opresor de las dunas y de las piedras hasta su fin.
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