Cuando la Biblia usa la palabra “cielo”, existen tres sentidos posibles, de acuerdo con el contexto. Se refiere al firmamento que observamos en la atmosfera terrestre, al interminable espacio exterior y al destino final de los que siguen a Dios, al cual algunos suelen llamar “paraíso”.
En la Biblia original hebrea, la palabra usada es rawkeeah, que significa “vastedad”, “expansión”. Hablando del cielo físico, la palabra “firmamento” se deriva del latín firmamentum, usado en la traducción de las Escrituras para esa lengua, con el significado de “afirmar”. El sentido adviene del hecho de que el cielo es visto como una barrera, una separación, como queda claro en el siguiente fragmento:
“Luego dijo Dios: Haya expansión en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas.
E hizo Dios la expansión, y separó las aguas que estaban debajo de la expansión, de las aguas que estaban sobre la expansión. Y fue así.
Y llamó Dios a la expansión Cielos. Y fue la tarde y la mañana el día segundo.” Génesis 1:6-8
Las “aguas sobre la expansión”, hoy sabemos, se refieren principalmente al vapor en la suspensión de la atmósfera, visible en forma de nubes, principalmente. En el mundo antiguo, las nubes eran vistas como algo inalcanzable, mucho más altas de lo que nos parecen hoy, en una época con las facilidades de las aeronaves y los rascacielos. Las “debajo de la expansión” son, obviamente, las aguas en estado líquido y sólido de los ríos, lagos, mares y glaciares.
El espacio
La Biblia ya se refería al espacio exterior a la atmósfera, mucho antes de que el advenimiento de los telescopios sirva para probar su existencia, o de las naves espaciales y satélites.
“Dijo luego Dios: Haya lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día de la noche; y sirvan de señales para las estaciones, para días y años.
Y sean por lumbreras en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra. Y fue así.
E hizo Dios las dos grandes lumbreras; la lumbrera mayor para que señorease en el día, y la lumbrera menor para que señorease en la noche; hizo también las estrellas.
Y las puso Dios en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra.
Y para señorear en el día y en la noche, y para separar la luz de las tinieblas. Y vio Dios que era bueno.” Génesis 1:14-18
La habitación de Dios
La Palabra deja bien en claro que Dios está en todos los lugares existentes al mismo tiempo, en Su omnipotencia, y todo sabe a su respecto, por Su omnisciencia. Sin embargo, de vez en cuando habla de un lugar en el cual Él reina, hacia donde quien tiene una relación sincera con Él irá después de la vida física terrena. Tal lugar es, por nuestra incapacidad humana de comprenderlo, frecuentemente comparado con la vastedad inmensurable del cielo, del firmamento, en el texto bíblico (Ezequiel 1:22-26).
El propio Jesucristo varias veces Se refirió al cielo como la “morada” del Padre. La Biblia también se refirió así cuando el Mesías ascendió (otro término que “apunta” hacia arriba, hacia el firmamento), después de Su resurrección.
“Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo, y Se sentó a la diestra de Dios.” Marcos 16:19
La analogía es más que valida. Así que, a pesar de los avances científicos, estamos infinitamente lejos de conocer la mayor parte del funcionamiento del universo, con su vastedad de estrellas, sistemas solares e incontables galaxias, más lejos estamos aún de conocer con exactitud lo que significa el lugar desde el cual Dios nos reina, aunque Él esté en la totalidad de espacio existente. No obstante, lo que nos vale más, como cristianos y seguidores de Dios, no es exactamente saber dónde está ubicado ese “trono”, nos basta saber que Él es nuestro Señor – y no necesitamos cohetes para llegar a Su Reino.
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