Nada es más humillante para el ser humano que un lecho de dolor. Y el Señor le permite esto a Jezabel para darle condiciones para que se arrepienta, porque Él Se mantiene fiel a Su amor por ella, como está escrito:
“… y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor,ni desmayes cuando eres reprendido por Él; porque el Señor al que ama, disciplina, yazota a todo el que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?
Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos.” (Hebreos 12:5-8)
Cuando el Señor dijo: “Y a sus hijos heriré de muerte, y todas las iglesias sabrán que Yo soy el que escudriña la mente y el corazón… ” (Apocalipsis 2:23), esto quiere decir que la iglesia se prostituyó con Jezabel y esto generó hijos.
Pero estos hijos han muerto en sus delitos y pecados. ¿Y no es exactamente eso lo que ha sucedido con los hijos de muchos creyentes modernos? Hoy en día, no son pocos los padres que lloran la pérdida de sus hijos, porque estos no quieren ningún compromiso serio con el Señor Jesús ni con Su Palabra.
Eso sucede porque los mismos han sido generados en la prostitución de sus padres con Jezabel. El Señor aún dijo: “…y todas las iglesias sabrán que Yo soy el que escudriña la mente y el corazón; y os daré a cada uno según vuestras obras.” (Apocalipsis 2:23)
Es interesante que el Señor, aquí, no Se refirió solamente a la iglesia en Tiatira, sino a todas las iglesias. Y esto nos incluye ciertamente a cada uno de nosotros.
Debemos reconocer que Sus ojos, como llamas de fuego, escudriñan nuestra mente y nuestro corazón, de modo que todo a nuestro respecto está descubierto delante de Sus ojos.
Pero también es un gran consuelo saber que el Señor no pierde de vista a aquellos que Le han sido fieles. Él aún dice más:
“Pero a vosotros y a los demás que están en Tiatira, a cuantos no tienen esa doctrina, y no han conocido lo que ellos llaman las profundidades de Satanás, Yo os digo: No os impondré otra carga…” (Apocalipsis 2:24)
¿Qué significa conocer “las profundidades de Satanás”? El hecho es que aquellos que se relacionaban con Jezabel, se justificaban con los demás, que se mantenían inmunes a ella, diciendo que necesitaban conocer las profundidades de Satanás, para experimentar la grandeza y el amor de Dios.
Era una doctrina que ellos habían abrazado. Sobre este asunto el apóstol Pablo les dice a los cristianos romanos: “¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera.” (Romanos 6:15)
En otras palabras, él dice: ¿Haremos lo que es del diablo, para que podamos experimentar aún más la salvación? ¿Tendremos que introducirnos en las cosas profundas de Satanás, para que podamos alcanzar las profundidades del Señor Jesús? ¡Nunca!
Para aquellos que se afirmaron en contra de la doctrina de Jezabel, el Señor les promete que no les impondrá otra carga: “… Yo os digo: No os impondré otra carga; pero lo que tenéis, retenedlo hasta que Yo venga.” (Apocalipsis 2:24-25)
Quien se mantiene en el primer amor al Señor es siervo, es discípulo, y no tolera la mezcla. Sobre este el Señor no impone otra carga. Pero Él advierte muy seriamente: “… pero lo que tenéis, retenedlo hasta que Yo venga.” (Apocalipsis 2:25)
Significa que no se dejen corromper, pero ¿durante cuánto tiempo? Hasta que el Señor Jesús venga: “Al que venciere y guardare Mis obras hasta el fin, Yo le daré autoridad sobre las naciones…” (Apocalipsis 2:26)
¿Y cuál es el motivo que ha impedido que guardemos las obras hasta el fin? ¡El pecado escondido! Claro que siempre existe la posibilidad del perdón y reconciliación con Dios. Sin embargo es necesario que haya un arrepentimiento.
Y es imposible que haya arrepentimiento mientras no exista el reconocimiento de ese pecado y el deseo sincero de abandonarlo. Es a partir de ese momento que el Espíritu Santo concede el don del arrepentimiento. Veamos la promesa del Señor:
“Al que venciere y guardare Mis obras hasta el fin, Yo le daré autoridad sobre las naciones,y las regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero; como Yo también la he recibido de Mi Padre; y le daré la estrella de la mañana.” (Apocalipsis 2:26-28)
Esta autoridad sobre las naciones fue representada proféticamente en las victorias de Josué, David y Salomón. Cuando Israel entró en la Tierra Prometida, todas las naciones que allí estaban establecidas le fueron subyugadas.
Sí, porque había una promesa de Dios, tanto por medio de Moisés como de Josué, que decía: “Todo lugar que pisare la planta de vuestro pie será vuestro; desde el desierto hasta el Líbano, desde el río Éufrates hasta el mar occidental será vuestro territorio.” (Deuteronomio 11:24)
El apóstol Pablo le dijo a Timoteo: “… si perseveramos, también reinaremos con Él…” (2 Timoteo 2:12 LBLA). Esta autoridad sobre las naciones les fue dada por el Señor a Sus discípulos vencedores.
¡Si ellos no asumieron aún esta condición, es otro problema! Pero que tienen la autoridad del Señor Jesús para juzgar a todas las naciones, y la autoridad sobre todo el poder del infierno, esto es obvio, por la propia Palabra de Dios: “ He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo…” (Lucas 10:19)
Las serpientes y los escorpiones son los diferentes tipos de demonios; y el enemigo aquí referido es el propio diablo. ¡Y la autoridad dada por el Señor es solamente para los que vencen!
Mientras el pueblo de Dios no asume esta autoridad que le fue delegada, el diablo, a través de una infinidad de sectas y religiones paganas, va dominando a los pueblos y a las naciones de toda la Tierra.
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