La ofrenda económica es solo una de las que siguen la fe. Quien quiera gozar de las riquezas materiales no puede esperar que sus oraciones, ayunos y vigilias le hagan prosperar. Pues, ¿cómo alguien que no siembra podrá tener el derecho a cosechar? Sería, como mínimo, una injusticia de parte de Dios hacer prosperar a quien no tiene el coraje de sembrar.
Quien quiera prosperar debe volverse diezmista y ofrecer ofrendas de fe para poder merecer una cosecha multiplicada. Son las reglas impuestas por el propio Dios. Quien no se someta a estas reglas no tiene el derecho de cosechar.
Pero, ¿y los ricos? ¿Devolvieron los diezmos y ofrendaron para ser ricos? La mayoría de los casos, ¡no! Pero los valores de las riquezas divinas son infinitamente mayores que cualquier riqueza humana. Las riquezas ofrecidas por Dios abarcan mucho más que solo bienes materiales. En las mismas están incluidas: la familia, la salud, el bienestar social y, sobre todo, la Salvación del alma.
Son los diezmos y las ofrendas los que obligan a Dios a hacer la diferencia en la calidad de vida de aquel que es fiel. La riqueza de los ricos sin Dios no los deja vivir en paz, y cuanto más dinero conquistan, menos paz tienen, por lo contrario, esto no le sucede a los ricos de Dios, mientras más tengan, más tranquilidad tendrán, porque sus corazones no están en las riquezas que poseen.
La fidelidad en el diezmo y en las ofrendas es la consideración a Dios como el Señor de los Cielos y de la Tierra. El diezmo del fiel es la primicia de todo el fruto de su trabajo entregada al Señor de su vida.
En la práctica, esto significa amor, respeto, consideración y fe al Dios de Abraham, de Isaac y de Israel.
Diezmo: Señal de Alianza
Además de todo lo que fue dicho, los diezmos simbolizan una sociedad o alianza con Dios. En la “contabilidad divina”, los primeros diez por ciento son de Dios y los noventa restantes son de Su socio.
La ecuación del 10% de Dios, y del 90% restantes del siervo, caracteriza a una sociedad de fe establecida entre el Señor y el siervo. Es mucho más que una simple cuestión de confianza de aquel que da hacia Aquel del cual también recibe: ¡Es una sociedad con Dios!
Nadie, en su sana conciencia, confía sus primeros frutos en las manos de Alguien que no ve, si no tuviese la absoluta certeza de fe en Sus promesas. El siervo fiel confía en la fidelidad de Dios, por eso, también el Señor confía a Sus siervos Sus bendiciones hasta que sobreabunden.
Es importante notar que la máxima expresión no está en la cantidad, sino en la calidad. Dios no requiere especial importancia, así, de esta manera, todos pueden dar el diezmo, tanto ricos como pobres, cada uno de acuerdo con el fruto de su trabajo. Lo importante es que sean los primeros 10%.
El diezmo es una señal de alianza con Dios. Es decir, la relación práctica del siervo con su Señor, la criatura con el Creador. ¿Y quién se atreve a dar los primeros frutos de su ingreso a la Casa de Dios sin estar imbuido del sentimiento de consideración y, sobre todo, de confianza en Él como Señor de su vida?
Esto es pura fe. En la práctica, esta relación de fe entre el siervo y el Señor queda en evidencia, la fidelidad en los diezmos y en las ofrendas. Dios no necesita dinero. Él es el Dueño de todo el universo. En la multiplicidad de símbolos bíblicos, los diezmos son la señal de la alianza o de la sociedad con Dios.
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