En enero de este año, un jubilado fue enterrado con su gran pasión: Harley. No, no se trata de la mujer de su vida, sino de su moto, una Harley-Davidson año 1967. El hombre, de 82 años, padecía cáncer de pulmón y ya les había dicho a sus hijos sobre el deseo de ser enterrado con la moto. Pidió, inclusive, que fuera hecho un cajón especial para el momento.
Como los faraones
En el Antiguo Egipto, se creía que, al morir, la persona viviría en el más allá, por eso, necesitaba llevar todo lo que era necesario para la nueva jornada. Entonces, la persona era enterrada momificada, ya que era necesario también garantizar la integridad del cuerpo, juntamente con sus pertenencias. Como la otra vida sería vivida de acuerdo con lo que había sido en la Tierra, eso ya daba una noción de lo que deberían preparar para poner en la tumba.
Un símbolo de esa costumbre está representado en las pirámides. Las mismas fueron construidas para enterrar a los faraones, que eran momificados y sepultados en esas edificaciones, con todas sus pertenencias. Las pirámides más conocidas están localizadas en el desierto de Guiza y fueron construidas como tumbas para los reyes Keops, Kefren y Micerino, del Antiguo Imperio.
Otras civilizaciones también le rendían culto a esa costumbre, como la de Nazca y Mochica, situadas en América del Sur.
Pero, independientemente de la localización de esos pueblos, ellos tienen una creencia en común para que sean enterrados con sus pertenencias: la continuación de la vida después de la muerte, exactamente como era aquí en la Tierra.
¿Dónde está su tesoro?
El apego a los bienes materiales ha llevado a mucha gente a resistirse a los asaltos, por ejemplo, a causa incluso de un simple celular, poniendo en riesgo su propia vida. Y cuando no es así, vemos cosas extremas, como la del dueño de la motocicleta.
El problema no está en tener, sino en el apego.
Todas las conquistas materiales no tendrán ningún valor delante de la muerte. Sin embargo, existe un tesoro que podrá ser llevado a la eternidad, y su posesión también se hace en vida. Un tesoro eterno.
Una falsa seguridad
La comerciante Margarida Abelleira (foto al lado) se sentía segura con todos los bienes que poseía. “Estaba apegada a mi casa, a mi auto, al dinero. Para mí eso lo era todo. Esos bienes que tenía eran más importantes que cualquier otra cosa. Me sentía segura. Cuando estaba triste, pensaba en lo que tenía y eso, aparentemente, llenaba mi vacío”, afirma.
Hasta que un día toda mi seguridad fue sacudida. “Perdí todos mis bienes. Incluso pasé hambre. Sufrí con la depresión y, con eso, surgió el deseo de suicidio, por no aceptar esa situación. Eso debilitó a toda mi familia”, recuerda Margarida.
Pero una invitación cambió esa historia. “Recibí una invitación para participar de una reunión en la Universal; me dijeron que allí mi vida iba a cambiar. No tenía nada más que perder y acepté. Entonces, aprendí sobre el verdadero tesoro, ese que nadie podría robarme y que no podía ser destruido por las inconstancias del mundo. Hoy, todo cambió. Dios restauró mi vida por completo. Cuando comencé a priorizar el tesoro eterno, que es la comunión con Él, todo lo que había perdido me fue restaurado. Ahora, no me apego a bienes materiales. Mi seguridad está en mi fe en el Señor Jesús.”
Todos los miércoles, en la Noche de la Salvación, miles de personas han aprendido cómo obtener ese tesoro, y que, después de la muerte terrena, hay una Vida Eterna con el Señor Jesús.
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