En tiempos de elecciones para la definición de nuevos gestores, opiniones distintas son esparcidas por todos lados. Los ciudadanos se movilizan, hacen sus elecciones y defienden sus posiciones. En la efervescencia de las redes sociales, la exposición de ideas se vuelve aún más intensa. No es difícil notar que muchas personas legitiman sus propias convicciones como verdades absolutas. Y lo peor: intentan convencerlo a usted, a cualquier costo, de que la razón es toda de ellas.
Delante de esa inundación de informaciones, la defensa de puntos de vista se transforma en agresión verbal. Lo que podría ser un intercambio de conocimientos se transforma en una feroz disputa entre lados opuestos. ¿Acaso es necesario un discurso inflamado y lleno de emoción para defender eso en lo que usted cree? La respuesta, ciertamente, es no.
No permita que las distintas posiciones impidan que el diálogo y el buen sentido prevalezcan. Si usted cree que su opinión es mejor que la de su amigo, intente convencerlo de eso con justificaciones reales y concretas. Defender una idea, un candidato, una propuesta o una causa cualquiera exige conocimiento y definir los argumentos de forma lógica y coherente. Las divergencias deben existir y son saludables cuando son capaces de generar debates constructivos y contribuyen para sumar conocimiento y solidificar opiniones. En caso contrario, se vuelven disputas infundadas, superficiales e incluso violentas. Y usted no gana nada con eso (a no ser una gran carga de stress, tal vez).
No se deje llevar por la posición de amigos, familiares o personas conocidas. Esté de acuerdo solo si ellos lo consiguen convencer a usted – con argumentos sólidos, no superficiales – de que la opinión de ellos es realmente la mejor. O entonces haga su parte: lea, infórmese, busque datos, evidencias, informaciones que puedan contextualizar y reforzar aún más su decisión. El lado racional no debe ser dejado de lado en nombre de la emoción.
¿Cuál es el camino para defender un punto de vista de forma asertiva? Para entender la fuerza que un diálogo es capaz de tener, es necesario saber argumentar y, principalmente, saber oír. Mantener el equilibrio sin agredir u ofender al otro. Deténgase un poco y piense: ¿qué tiene más efecto? ¿Imponer ideas o presentar una argumentación consistente? Defienda su opinión sin ofender a nadie, sin disminuir los ideales distintos de los suyos y sin agresividad. La asertividad sucede cuando usted logra defender su idea de forma clara y efectiva, sin perjudicar o desvalorizar la de otras personas. Consciente de eso, recuerde que un argumento tiene mucha más fuerza que un grito.
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