“Cuando veo Tus cielos, obra de Tus dedos, la luna y las estrellas que Tú formaste, digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?
Le has hecho poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de honra. Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies: ovejas y bueyes, todo ello, y asimismo las bestias del campo, las aves de los cielos y los peces del mar; todo cuanto pasa por los senderos del mar.
¡Oh Dios, Señor nuestro, cuán grande es tu nombre en toda la tierra!”, (Salmos 8:3-9).
A pesar de haber sido creado un poco menor que Dios, aun así la creatura humana insiste en tener su origen en el chimpancé.
No lo tiene. Sin embargo, la ciencia mostró que el chimpancé carga en sí el 99% del ADN humano.
O sea, los humanos son un poco menor que Dios, pero un poco mayor que el mono. Solo un 1% mayor.
A los evolucionistas, les pregunto: ¿¿¿Están satisfechos???
Antes de morir, un sabio tomó un broche para colgar la ropa y elogió a su inventor. No era un descubrimiento científico, era algo magnífico para las mujeres que lavaban ropa en esa época. A fin de cuentas, eran utilizados para mantener la ropa en los tendederos para que se secara.
Concluyendo su pensamiento, el sabio completó: “Es así, a pesar de que el broche para colgar la ropa sea un objeto tan simple y común, ¿acaso el mono lograría inventarlo, aunque pasaran millones de años?”.
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