Determinar el día de su propia muerte suena extraño en cualquier parte del mundo, pero, sobre todo, escapa del curso natural de la vida. Sin embargo, la estadounidense Brittany Maynard (foto de al lado), de 29 años, que tiene un cáncer terminal en el cerebro, eligió el próximo 1° de noviembre, que será sábado, para ponerle fin a su vida aquí en la Tierra.
Este giro en su vida comenzó en enero, cuando Brittany descubrió que tenía cáncer. Al principio, los médicos le dieron de tres a diez años de vida, sin embargo, recientemente, sus posibilidades de supervivencia se redujeron a solo seis meses.
Desde las trágicas noticias, Brittany se ha sometido a un tratamiento, pero, los esfuerzos parecen haber sido en vano y solo ha empeorado. “El glioblastoma que tengo va a matarme. Poder elegir la manera de morir con dignidad es menos terrible”, dijo en un video publicado en internet en el cual argumenta su decisión. El material recibió millones de visitas.
Brittany no quiere esperar a que la situación esté aún más fuera de control o tener que lidiar con los niveles más críticos de la enfermedad en su fase terminal.
Pero el mensaje que tenemos para darle tanto a Brittany como a todos los que padecen el mismo drama es que no se desesperen y que mucho menos recurran al suicidio, porque existe un Poder mayor que resuelve todas las cosas. Para probar lo que estamos diciendo, queremos que acompañe a continuación, algunas historias verídicas de personas que sufrieron problemas como el de Brittany, y que contrariaron a los diagnósticos o al tiempo de vida que les quedaba.
Sin esperanza
La trabajadora estatal y habitante de Itabuna, en Bahía, Brasil, Tabatha Cristian Oliveira, de 39 años, estuvo en una condición muy delicada, como actualmente es la de Brittany. Ella también descubrió que tenía un tumor gravísimo en el cerebro.
“A partir de ese momento, viajé por todo Bahía y por São Paulo en búsqueda de un tratamiento médico, de la cura. Consulté a varios especialistas, en más de ocho hospitales, y de todos siempre recibía la misma respuesta: ‘para su caso ya no existe una solución, no podemos hacer nada’”, recuerda.
El caso de Tabatha era tan grave que incluso un procedimiento quirúrgico – que hubiese sido un intento más para salvarla – fue descartado, ya que, según los médicos, ella corría el riesgo de perder la vista, el habla y, además, de no poder caminar más.
“Aun así, hice tratamientos con anticonvulsionantes durante varios meses y estuve sin trabajar por mucho tiempo. Fue un sufrimiento, porque vivía de hospital en hospital, incluso me deshice de todo lo que tenía para poder pagar los costos de todo eso”, comenta.
Antes de que la situación se prolongara y saliera del control de todo y de todos, Tabatha – a diferencia de lo que Brittany pretende hacer – no desistió, sino que actuó de manera diferente. No se dejó llevar por las circunstancias. Al contrario, apenas se dio cuenta de que los intentos médicos – a pesar de los esfuerzos de los profesionales – no le daban ninguna esperanza, decidió buscar ayuda de Quien realmente tenía el poder para cambiar el curso de su historia: Dios.
“Y, así, de una forma milagrosa, después de realizarme un examen, los propios médicos afirmaron que la enfermedad no existía más, ya que los vasos – antes rotos – se sellaron y se normalizaron. Mi salud fue restaurada. Estoy libre de ese tumor”, conmemora.
La muerte de cerca
Maria das Dores Pereira, de 56 años, es otro ejemplo de superación y de quien vio la muerte muy de cerca. Su situación era aún peor que la de la estadounidense Brittany, porque durante diez meses estuvo internada para tratarse de tuberculosis y de cánceres en el cerebro y en el pulmón. Con el 60% del cerebro tomado, Maria das Dores recuerda que los médicos le dieron el alta, no por haber una mejora en su salud, sino porque no creían más en la cura.
“Fui a casa para morir”, cuenta ella, que durante todo ese período de tratamiento, utilizaba morfina para aliviar los dolores que sentía.
Cuando ya estaba en casa, Maria das Dores recibió una invitación para ir a la Universal. “Entré en una silla de ruedas a la reunión y allí fui curada. En ese mismo instante noté un cambio en mi cuerpo, ya que los dolores habían desaparecido. Cuando regresé a los médicos, ellos no creían que yo estaba bien. Perseveré, creí y hoy tengo salud”, finaliza.
Colaboró: Jeane Vidal
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