La fe y la obediencia no tienen nada que ver con sentimientos o emociones, sino con la práctica de la Palabra de Dios. Y uno de los mayores y mejores ejemplos que podemos tener es el de nuestro padre en la fe, Abraham. Su descendencia fue bendecida a causa de su actitud. Es lo que dice el libro de Génesis: “Habita como forastero en esta tierra, y estaré contigo, y Te bendeciré; porque a ti y a tu descendencia daré todas estas tierras, y confirmaré el juramento que hice a Abraham tu padre.”, (Génesis 26:3).
El hijo de Abraham, Isaac, y su descendencia tenían la garantía de las promesas de Dios, debido a la obediencia de su padre: “… por cuanto oyó Abraham Mi voz, y guardó Mi precepto, Mis mandamientos, Mis estatutos y Mis leyes.”, (Génesis 26:5).
Si tenemos una fe obediente, así como nuestros antecesores, seremos bendecidos.
Si usted es obediente a la Palabra de Dios como lo fueron Abraham e Isaac, entonces sus hijos, nietos y bisnietos serán bendecidos. Usted dejará a sus descendientes la garantía de su fidelidad y lealtad. Pero, si es rebelde como muchos, entonces sus hijos cosecharán la rebelión. Son muchos los que tienen a sus hijos perdidos en las drogas y no logran revertir la situación. Y solamente la fe inteligente unida a la práctica de la Palabra de Dios puede cambiar las circunstancias. Es eso lo que hace o garantiza que nuestros hijos y nietos sean bendecidos.
Hágase obediente a la Palabra del Altísimo, pues esa es la base de las Sagradas Escrituras, desde Génesis hasta el Apocalipsis la Biblia se resume en dos palabras: obediencia o desobediencia. Cada uno de nosotros elige qué hacer. El siervo solo obedece y, cuando eso sucede, es beneficiado por su obediencia. Quien ama a Jesús guarda, obedece y sigue Su Palabra.
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