No hace mucho tiempo que, a ejemplo de algunas ciudades brasileñas, se han establecido leyes municipales que prohíben toda clase de discriminación dentro de los ascensores. Una medida que parece obvia para los días de hoy, pero que no es una regla en todo el mundo.
Prueba de ello es la construcción de dos edificios residenciales en New York, en Estados Unidos, cuya constructora está causando polémica al divulgar que tendrán una entrada diferenciada para los residentes que ocuparán los departamentos más populares.
De esta manera, los propietarios de los departamentos más grandes y más lujosos nunca necesitarán cruzarse con los vecinos de clases sociales inferiores, muchos de los cuales serán inquilinos. La medida generó polémica en la sociedad estadounidense e incluso el propio alcalde de la ciudad, Bill de Blasio, se mostró indignado y dijo que intentará prohibir este tipo de separación en el edificio.
La mayoría de los periódicos de Big Apple, la Gran Manzana, también criticó la propuesta de la constructora. La conductora de la red de televisión MSNBC Krystal Ball advirtió que el edificio sería una “metáfora de una sociedad cada vez más dividida, en la cual el 1% de los más ricos no quiere ni siquiera ver cómo viven los demás”. New York Post apodó al edificio como “Downton Abbey”, en referencia a la serie británica que se basa en la división entre pobres y ricos dentro de una gran propiedad inglesa.
Compartir algunos momentos con alguien de clase social, color o religión diferente nos obliga a mirar al otro cuando lo que más queremos es evitarlo y olvidar que el mismo existe.
Sin embargo, aquel que vive las enseñanzas bíblicas conoce dos valiosas lecciones: que de esta vida no nos llevamos nada y que delante de los ojos de Dios somos todos iguales, que no ve pobreza, sino que reconoce el esfuerzo para salir de la misma, como tampoco mira nuestras riquezas, pero está atento en cómo nos comportamos cuando las poseemos.
Aunque sea normal que busquemos relacionarnos con personas con las cuales nos identificamos, basar esa afinidad en las posesiones o en los bienes materiales no es una forma inteligente de clasificar quién es usted. Si piensa o actúa de esta manera, si perdiera todo lo que tiene no será nadie más.
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