Ya hablamos muchas cosas al respecto del Templo de Salomón, ubicado en São Paulo. Pero tengo la sensación de que le estábamos debiendo este tema. Es por eso que nos dirigimos a la Escuela Bíblica Infantojuvenil (EBI), el lugar en donde usted podrá dejar a su hijo, nieto, sobrino o amiguito de 0 a 11 años, mientras participa tranquilamente de la reunión. Allí él también recibirá una palabra de fe y cuidados básicos planificados de acuerdo a su edad. Conozca las curiosidades e historias que llaman la atención.
La estructura
La EBI del Templo de Salomón es un espacio para 1.200 niños de 0 a 11 años. En total son cinco pisos con 42 salas, además de los espacios destinados a las coordinadoras y educadoras voluntarias, cariñosamente llamadas por los niños “tías”.
Cada piso cuenta con diferentes salas, con juguetes y artículos de esparcimiento indicados para el grupo según la edad. El primer piso, por ejemplo, es para los niños de 0 a 2 años. Allí ellos tienen a disposición juguetes y libros infantiles apropiados para su comprensión, entre otros.
Además, los bebés que se alimentan con leche materna reciben un cuidado especial. Las madres pueden optar por dejarlos en la sala con la educadora responsable mientras participan de la reunión o, si lo desean, puede quedarse allí – esto es posible porque la sala posee transmisión simultánea, lo que hace posible participar de la reunión en vivo.
Los otros pisos también están divididos por edades. El segundo es para los niños de 3 y 4 años; el tercero para los de 5 y 6, el cuarto para los niños de 7 y 8 y el séptimo para los de 9 y 10 años.
La seguridad de los pequeños
Para poder dejar al niño en la EBI, son necesarios ciertos cuidados. En la puerta de cada piso, los padres o responsables deben presentar su documento de identidad o la credencial de la EBI – que pueden tramitarla gratuitamente en cualquier Universal. Estos datos son utilizados para realizar un registro. Luego de esto, el niño recibe un delantal con un número de identificación y la persona que lo dejó, se queda con una credencial con el mismo número. Solo el portador de la credencial y el documento con el cual el niño fue registrado podrá retirarlo de la sala.
Otra diferencia son los pagers o mensáfonos (Dispositivo pequeño en donde se reciben mensajes por teléfono o email) luminosos. Como en el Santuario no es posible entrar con celulares, el aparato se les es entregado a los padres, para que sean notificados a dirigirse a la EBI, en el caso que el niño necesite algún cuidado específico. Los pagers también son entregados a las madres que amamantan o a los padres que señalen cuestiones de salud.
La diferencia de idiomas tampoco es un problema, ya que de entre 600 educadoras levitas muchas pueden comunicarse en inglés, español, japonés, entre otros idiomas.
Más que solo pasar tiempo con los niños
Entre las voluntarias tenemos a Aline Marks (foto al lado), de 30 años. Ella creció en la EBI y de esta experiencia surgió el deseo de ayudar. Es educadora desde que Brás era un antiguo cine transformado en iglesia, después de convertirse en una catedral y hoy es una educadora levita. “El Templo nos da la posibilidad de alcanzar a muchos niños, que quizás no llegarían a la Universal si no fuese para conocerlo”, revela.
Historiadora y especialista en psicopedagogía, Aline cuenta que desde el comienzo de la construcción del Templo, en el 2010, su curiosidad la llevó a conocer los detalles y a desarrollar un proyecto que se expandió a la EBI. “He aprendido cosas que no sabía, y así como me sucedió a mí, el proyecto permitió que niños y educadoras comprendieran más sobre la historia del pueblo judío y cristiano, como también sobre el Templo, lo que es importante para su formación espiritual”, argumenta.
Ella fue de la EBI
También conversamos con la actual coordinadora nacional de la EBI, Luciene Barbosa, de 43 años, que nos explicó que una de las diferencias de la “Escuelita” del Templo es justamente la atención que se les brinda a los niños. “Tenemos más tiempo y más educadoras. De esta manera, podemos realizar un trabajo más profundo para que aprendan a valorar a Dios y que entiendan la importancia de la fidelidad. Muchos piensan que los niños no tienen problemas, pero la realidad es que muchos viven conflictos.”
Y Luciene puede hablar con propiedad de la EBI, después de todo, ella misma es el resultado del trabajo de la misma, además de ser la madre del pastor auxiliar Gabriel Jeferson de 19 años, que también participaba de las “pequeñas clases”. “Llegué a los 10 años, a la iglesia de Duque de Caixas, en Rio de Janeiro. Yo iba para acompañar a mi hermana. La iglesia estaba llena, entonces una obrera vino y nos preguntó si queríamos participar del ‘grupo mirim’ – como se llamaba la EBI”.
Luciene conoció a su esposo, el pastor Eduardo Barbosa, cuando aún eran niños. Después de algunos años, ellos se reencontraron y se casaron.
Ella revela cuáles son sus expectativas para la futura generación de los niños que crecerán en el Templo de Salomón: “Que surjan hombres y mujeres de Dios, personas de carácter, porque sabemos que lo que aprendemos en la infancia es como una raíz. Puede ser que las personas no vean nada, pero la raíz se está formando y será visible con los frutos formados. Espero que lo que aprendan en la EBI quede en sus vidas para siempre”, concluye.
[related_posts limit=”12″]