Son ojos espirituales.
Ojos que logran ver que la guerra nuestra de cada día no es contra personas, ni contra la corrupta naturaleza personal, sino contra los poderes espirituales del mal del mundo invisible.
La persona poseída por el Espíritu de Dios es espiritual, tiene discernimiento espiritual y usa armas espirituales para vencer a los poderes espirituales del mal. Son el Todopoderoso Nombre del Señor Jesús, ayunos, permanente estado de vigilia y oración, además de pensamientos unidos a los pensamientos de Dios, la Biblia.
Tal ejercicio constante de la fe neutraliza sorpresas del infierno y mantiene la consciencia limpia para la fe práctica.
Pero, las personas no espirituales (carnales), que carecen del sello del Espíritu Santo, no logran ver las embestidas satánicas a su alrededor.
Esa falta de visión espiritual las ha hecho mirar al blanco equivocado. En vez de mirar a las fuerzas del mal con las armas de Dios, han luchado contra personas usadas por el mal usando la fuerza del brazo; han luchado contra las corrupciones de la carne en vez de invertir de todo corazón, con todas las fuerzas, con toda el alma, con todo el entendimiento, en fin, con todo, en el bautismo con el Espíritu Santo.
“Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.
Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.”, (Efesios 6:12-13).
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