¡Ser corregido por el Espíritu Santo es un gran privilegio! Es la prueba de que somos de Dios y que Él nos ama. ¿Quién se preocuparía en corregir a los hijos de los demás? Nadie, ¿no es así? ¡Pues bien!
Es una pena que muchos no ven con buenos ojos la disciplina. Al ser reprendidos se ofenden. Piensan que están siendo humillados. Es por eso que el Señor Jesús dijo que tenemos que tener el corazón de un niño. Al ser corregido, este puede incluso llorar, pero no le tiene rencor a su padre o a su madre. Pero, ¿ya notó cómo actúa el hijo adolescente? ¡Muchas veces no acepta que le llamen la atención! Dice que ya es grande y que sabe lo que hace. No tiene más el corazón de un niño.
Tenemos que ser adultos en la madurez, pero niños en la malicia.
Que Dios los bendiga.
Mensaje del obispo Domingo Siqueira.
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