Ana Villalba era una mujer muy nerviosa y depresiva, tenía mucha angustia, complejos y traumas por los problemas que había sufrido durante su infancia y en su matrimonio. “Todo eso provocaba que yo tuviera una relación bastante difícil tanto con mi esposo como con mis hijas. Le pegaba a mis hijas, las dejaba marcadas, por mi depresión no podía dormir de noche, solamente lograba hacerlo de día, en fin, todos esos problemas espirituales afectaban mi relación con las personas, sobre todo con las de mi casa”, cuenta.
La falta de diálogo y comprensión era una constante en su familia, y era provocada por los problemas interiores de Ana. Pero había una solución.
Al llegar a la Universal, ella oyó hablar del Espíritu Santo y comprendió que solamente Él podía darle la felicidad que necesitaba. “Supe que el Espíritu de Dios podía llenar el vacío que sentía y que antes había intentado llenar con mis seres queridos”, recuerda y explica qué hizo para tenerlo: “Participé de las reuniones, comencé a interesarme más por las cosas de Dios, a leer la Biblia, a hacer propósitos de oración y ayuno, busqué la presencia de Dios durante la madrugada, hasta que Dios honró todo eso que hice y el cambio fue notorio. Los nervios le dieron lugar a la paz, la depresión y tristeza se fueron y ahora soy una mujer alegre y feliz, con proyectos y ganas de vivir. Gracias al Espíritu Santo mi vida fue transformada por completo desde adentro hacia fuera. La relación con mi familia cambió, hoy somos felices”.
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