Primero, es necesario entender que el Espíritu Santo es una persona, como el Padre y el Hijo. Por eso, Él siente tristeza o alegría.
Él vino para glorificar al Señor Jesús a través de aquellos que Lo aman y Lo sirven. Para que eso suceda, nos conduce y nos revela la perfecta voluntad de Dios.
Cuando Su voz no es oída, ¡Se entristece!
Hay personas que en vez de resistirse a la voz del diablo, se han resistido a la voz del Espíritu Santo.
Cuando Él ya no encuentra espacio en nuestro corazón ni en nuestra mente para hablarnos, Se entristece.
Muchos de los que alguna vez sirvieron a Dios y hoy están caídos, dejaron al Espíritu de Dios de lado.
¡No Le dieron la debida atención que Él merece!
No Lo pusieron como prioridad, ¡por lo contrario! Dejaron de buscarlo de todo corazón.
¡Las personas que se dejan dominar por las ansiedades y las preocupaciones están vacías!
Quién está lleno del Espíritu Santo está seguro y confiado.
Sabe que todo lo que sucede en su vida contribuirá a su propio bien.
No es tomado por sentimientos carnales, pues tiene sus deseos sometidos y dominados por el Espíritu de Dios.
Su deseo es ganar almas, pues es eso lo que ocupa la mente de quien es nacido de Dios.
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